<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=186146087706618&amp;noscript=1"> Evaluación conductual de la ansiedad. Año 4. Número 8

Evaluación conductual de la ansiedad. Año 4. Número 8

7 min de lectura

Autor: Roberto Guadalupe Benítez González.

RESUMEN
La aplicación de los conocimientos debe tener una connotación teórica y empírica, pero con fundamento en el método científico para poder homogeneizar los criterios que sirven de base para el análisis de los diversos problemas en psicología, principalmente de los trastornos de ansiedad, ya que en la actualidad existe un gran número de intervenciones en el campo de la ansiedad pero más de la mitad no tiene una validez científica, por ello la necesidad de un enfoque práctico-científico.

PALABRAS CLAVE: Evaluación, conductual, ansiedad, aprendizaje, cognitivo, social.

INTRODUCCIÓN
Para estudiar el comportamiento humano, a lo largo de la historia se han implementado diferentes mecanismos de evaluación, que si bien no eran definidos en su totalidad como una forma de estudiar el comportamiento sí se utilizaban para tratar de comprender ciertas formas de actuar, sin embargo, esta necesidad de observar la conducta dio origen a tratar de entender la causa principal, ¿por qué una persona es capaz de actuar de una manera en un contexto y de otra muy diferente al cambiar de ambiente? Bajo esta perspectiva, diversos estudios han desde definido los “humores” en la antigua Grecia, hasta los principios básicos del aprendizaje. En esta perspectiva se ha estudiado con mayor profundidad todo el aspecto del comportamiento, sin dejar de lado los estudios que dieron origen a la aparición del estudio científico de la conducta humana.

Desde principios del siglo pasado se han tratado de estructurar los componentes que forman parte del ser humano, es decir, Freud comienza con un postulado que indica que toda conducta que emana del ser humano es causada por factores internos no especificados: la acumulación de experiencias se almacena en el cerebro a niveles irreconocibles. Por ejemplo percibimos la realidad de una manera pero si esa experiencia o suceso no es significativo para la persona, se olvida o pasa desapercibida, sólo se almacena en una parte del cerebro y cuando esas experiencias siguen acumulándose llega el momento en que emergen a la superficie y detonan una conducta, a este proceso le dio el nombre de inconsciente, ya que no somos capaces de reconocerlo pero sabemos que se encuentra en ese lugar.

Posteriormente, en respuesta y para tratar de dar un enfoque científico a los impulsos que manifestaba Freud que están ahí pero que no se pueden evaluar, el fisiólogo ruso Iván Pavlov intenta entender la causa de ciertas manifestaciones conductuales, llegando al punto de condicionar algunos proceso fisiológicos básicos, permitiendo de entender ciertas pautas de nuestra forma de actuar. Hoy se siguen estudiando patrones de comportamiento, causas y consecuencias de los mismos; una de las más estudiadas son las respuestas asociadas al peligro o a la anticipación de ciertas conductas, las respuestas de ansiedad y las respuestas de estrés.

Se sabe que existe una relación entre la conducta normal y anormal, bajo el supuesto de las leyes del aprendizaje se puede entender cualquier conducta, ya que se dice que las conductas normales o desadaptadas se adquieren por el mismo proceso que el resto de las conductas, es decir, se “aprenden” o se “desaprenden”, todo esto da origen a que los síntomas que se presentan son los objetivos terapéuticos a modificar. Para empezar con ello es necesario realizar una evaluación conductual, pero es imprescindible identificar si realmente la conducta manifiesta es producto de una conducta anómala, o desadaptativa, porque se suele confundir una manifestación hasta cierto punto normal bajo las circunstancias que se presentan.

Por ejemplo: una persona que manifieste problemas para afrontar conductas: tiene que verificar con insistencia si cerró la puerta y cuando sale de casa voltea a todos lados para ver si no hay sospechosos que puedan cometer algún acto delictivo, aparentemente puede ser una conducta que le causa malestar significativo a la persona, pero si revisamos el contexto y se sabe que hay inseguridad, asaltos y demás problemas que ponen en riesgo la vida de la persona, es una conducta normal, que se ve influida por el medio donde se desarrolla; por lo tanto, una de las premisas para este tipo de conductas es la evaluación, después se analiza y se establece un criterio cuantitativo para diagnosticar y tratar.

Las bases de las teorías del aprendizaje constan en la evaluación, tanto de las conductas propias del individuo como de la influencia del medio en la respuesta de los diferentes estímulos percibidos del ambiente, para lograr esto es necesario discriminar y establecer la línea base del comportamiento de la persona, para diferenciar una conducta problema de una conducta aparentemente normal. Así se evitan malos diagnósticos y malos esquemas de tratamiento del paciente.

DESARROLLO
Actualmente se sabe que el término ansiedad causa una gran confusión entre la comunidad científica, tanto así, que dentro del estudio de la psicología se le ha dado una importante entrada para su estudio, de este modo es posible que las principales diferencias entre las teorías psicoanalítica y la cognitivo conductual sea el enfoque de estudio, se sabe que el psicoanálisis trabaja bajo el concepto de angustia y la teoría cognitivo conductual con el supuesto de ansiedad, dada la relación y las diferencias mínimas que existen entre ellas no se abordará a fondo el tema pero es importante tener en cuenta que hay diversos factores que pueden confundirse con pequeños significados y estos pueden cambiar el diagnóstico y el tratamiento del paciente.

“En la actualidad, angustia se utiliza como sinónimo de ansiedad ya que se le[s] considera a ambos como estados psicológicos displacenteros acompañados de síntomas fisiológicos de manera frecuente” (Suárez Richards, 1995). Sin embargo, es importante manifestar que gracias a la gran conceptualización de las respuestas se ha tenido un gran avance en el campo de la psicología ya que la investigación sobre temas relevantes ha ido en aumento tratando de diferenciar un término de otro.

En términos generales, la ansiedad alude a la combinación de distintas manifestaciones físicas y mentales o por la aparición real de un objeto, si tiene un detonante por medio de un estímulo. Según Rachman (1994), se caracteriza por tener una conducta anticipatoria, una respuesta condicionada y funcional, resultado de la incapacidad del individuo frente a las demandas del ambiente (Sierra, Ortega y Zubeidat, 2003), es decir, una reacción emocional dentro de las tres esferas que envuelven al ser humano, la motora, la fisiológica y la emocional, de aquí la importancia y el porqué de la evaluación conductual completa.

Para diferenciar los conceptos de angustia y de estrés Sierra, Ortega y Zubeidat (2003) proponen que la angustia es una forma de amenaza a la existencia del individuo, a sus valores y a su integridad tanto física como psicológica, mientras que el estrés es la falta de respuesta ante una situación determinada por el ambiente que puede o no poner en riesgo la vida de la persona. Por lo general la ansiedad trae como consecuencia conductas estresantes ya que las estrategias de afrontamiento no permiten sobrellevar estas respuestas, provocando un bloqueo a nivel físico, motor y cognitivo.

Para hablar de la evaluación en la ansiedad es necesario identificar las conductas que se asocian a los problemas de ansiedad: comportamentales y actitudinales, para evitar o reaccionar ante determinado estímulo. El problema se da si la respuesta de anticipación o de alerta está presente en todo momento o en aspectos donde no es primordial estar alerta.

La evaluación es la clave de la terapia de conducta, se debe realizar para el autoconocimiento y determinación de los grados de ansiedad que manifieste la persona, para identificar las conductas que provoquen problemas mayores, como el trastorno de ansiedad.

En primer lugar tendremos que hacer el análisis funcional de la conducta; el análisis topográfico (cognitivo, motor, psicofisiológico), que el paciente identifique las respuestas que se asocian con la aparición de la ansiedad, desde los pensamientos que detonen los estímulos hasta la respuesta cognitiva, motora o fisiológica potencialmente dañina.

En segundo lugar plantear la definición de la conducta problema al responder: ¿realmente la manifestación conductual de la respuesta de ansiedad es acorde con la situación en la cual se presenta? Definir y reconocer si el paciente sabe cómo se manifiesta esa conducta que le causa malestar, cómo reacciona y cuáles son las consecuencias de esa conducta, cómo se provoca. Y se establecen los objetivos de la intervención.

Después de delimitar los objetivos de la intervención se seleccionan los procedimientos terapéuticos, desde una técnica de relajación muscular mediante la desensibilización sistemática o la aplicación de técnicas más conductuales como la extinción de la conducta mediante la inundación, el contracondicionamiento mediante las terapias aversivas, el uso de reforzadores mediante contrato de contingencias o el uso de una economía de fichas.

Aunque la terapia cognitivo conductual ofrece una amplia gama de modelos y herramientas para la evaluación y el tratamiento de los problemas, debemos adaptar el tipo de tratamiento a las necesidades del paciente. No todos los pacientes son candidatos a diferentes técnicas terapéuticas.

Las entrevistas estructuradas son un parámetro idóneo para determinar y obtener información del paciente. Siempre se debe evitar el uso de diferentes técnicas, ya que la sola evaluación no brinda una visión amplia sobre las dificultades que pueda tener el paciente, por ello se pueden utilizar inventarios o escalas previamente validadas para cada tipo de trastorno (Echeburúa, 2003).

Lo ideal es complementar la entrevista con inventarios y escalas especializados en los trastornos de ansiedad, para un parámetro más amplio y específico sobre las conductas problemáticas. Aunque los autoinformes son una forma específica y confiable hay que delimitar con el paciente los criterios y las conductas problema en la situación específica y cómo se genera. Una de las formas efectivas es realizar técnicas de biofeedback, para informar al paciente de los procesos fisiológicos de los que no es consciente y logre percibirlos y controlarlos de manera voluntaria.

CONCLUSIONES
Para concluir, es importante conocer la conducta base de nuestro paciente, identificar las situaciones que detonan esas conductas, enseñar al paciente a controlar su comportamiento y reacción mediante estrategias de afrontamiento. Es importante saber que las entrevistas (estructuradas, semiestructuradas), los autoinformes y los autoregistros son un parámetro con validez interna, ya que es la percepción del paciente frente a las situaciones que identifica como problemáticas, no son útiles solas para el diagnóstico, también se requieren simulaciones y la observación directa.

Al aplicar una evaluación conductual se debe adecuar el tratamiento a cada paciente y establecer los objetivos de la terapia en conjunto con él. Tener los reportes y retroalimentar constantemente al paciente, reconocer que no toda conducta ansiosa es candidata a modificarse también es importante. Hacer adecuados diagnósticos sin confundir términos y circunstancias es vital para el mejor tratamiento de los pacientes con ansiedad.

BIBLIOGRAFÍA

Echeburúa, E. (1993). Evaluación y tratamiento del trastorno por ansiedad generalizada: Nuevas perspectivas. Psicología Conductual, 1(2):233-254.

Orgilés, M., Méndez X., R. A. e Inglés, C. (2003). La terapia cognitivo conductual en problemas de ansiedad generalizada y ansiedad por separación: Un análisis de su eficacia. Anales de psicología, 19(2):193-204.

Rachman, S. (1994). The overprediction of fear: A review. Behaviour Research and Therapy, 32(7):683-690.

Sierra, J., Ortega, V. y Zubeidat, I. (2003). Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar. Revista Mal-Estar e Subjetividade, 3(1):10-59.

Suárez Richards, M. (1995). Introducción a la psiquiatría. Buenos Aires: Salerno.