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La importancia de la figura materna en el desarrollo de una personalidad segura durante la etapa escolar temprana. Año 2. Número 2

8 min de lectura

Autora: Ana Lilia Cabrera Arguello.

RESUMEN

La vida familiar provee los recursos necesarios para adaptarse con el paso de los años a una sociedad exigente que requiere que el ser humano se sienta protegido, seguro y cuidado, y perciba al mundo como un lugar confiable que le facilite el proceso de ajuste al entorno.

La fortaleza del lazo que existe en la vida familiar determina el tipo de personas en las que se convierten los hijos de un determinado tipo de linaje, y donde la figura materna es quien principalmente proporciona esos sentimientos de seguridad y bienestar que requiere un sujeto desde el momento del nacimiento.

PALABRAS CLAVE: Familia, seguridad, protección, figura materna, escuela.

INTRODUCCIÓN

En casi todas las sociedades, la responsabilidad del cuidado infantil suele depositarse en las madres, en la práctica, la mayoría de los niños y niñas menores de cinco años pasan la mayor parte de su tiempo al lado de la figura materna. Aunque esta forma de crianza ha variado en los últimos tiempos debido a la necesidad de trabajo de las familias, ya que para proveer las condiciones mínimas de supervivencia y sustento requieren salir al mercado laboral integrantes de la familia que tradicionalmente se mantenían en casa.

A pesar de estas nuevas condiciones de vida, no deja de ser una prioridad para los seres humanos que desde antes del nacimiento se establezca un lazo emotivo muy fuerte con la primera persona a quien afectivamente el niño reconoce como la que lo cuida y protege, que además, es la que cubre todas sus necesidades básicas y vitales. Siguiendo una relación hijo-madre de confianza y seguridad, el desenvolvimiento del niño en sus relaciones sociales escolares tendrá un resultado igualmente favorable para su personalidad.

DESARROLLO

Previo a exponer la importancia de la presencia de la figura materna en la vida emocional y social del pequeño en edad escolar, resulta necesario referirse a la cuestión de apego que se presenta en la relación hijo-familia, con mayor énfasis en el apego que se origina por parte del niño hacia la figura materna.

Davidoff (2001) refiere que las personas tienden a formar fuertes relaciones de alianzas con sus padres al poco tiempo de haber nacido, este especial y fuerte vínculo brinda al hijo la sensación de seguridad de que permanecerá cerca de los padres para ser cuidado y protegido: Esta relación afectiva genera la oportunidad de desarrollar los procesos adaptativos que permitirán al infante la incorporación a una vida social más amplia en el transcurso de los primeros años de vida.

Uno de los aspectos que causa inquietud y sentimientos de preocupación constante por parte de los padres es el de velar por el bienestar emocional y físico de sus hijos, sobre todo cuando se encuentran en edad escolar, al ubicarse una familia en la etapa de ingreso de los hijos a la escuela, sea en la modalidad preescolar o primaria, los padres suelen angustiarse por la separación que experimentan.

La separación que experimentan padres e hijos genera estados de estrés y angustia en los padres, de modo particular en la madre, pues es a esta figura a quien se adjudica la mayor responsabilidad en el cuidado de los hijos pequeños; también se crean sentimientos de culpa por dejar al niño en la puerta de la escuela al generar en él una absoluta y completa angustia al ver a los padres alejarse. Surgen, entonces, sentimientos de desamparo e inseguridad pues el infante se encuentra sumergido en un ambiente completamente nuevo; desde las personas hasta los objetos que observa a su alrededor son desconocidos y en ese momento no tiene la certeza de la reacción e impacto que éstos puedan tener sobre sus demandas.

En un análisis que Fernando Savater (1997) hace sobre la familia, expresa que dentro de este grupo todo se aprende de modo distinto a como se aprende dentro de un aula escolar, la diferencia radica en que el clima familiar está permeado de afectividad, el niño tiene el consuelo y la seguridad de refugiarse en la familia y en su madre; en cuanto el mundo externo le resulta hostil y confuso, la respuesta que tiene a sus demandas por lo general llega cargada de afectividad.

La escuela puede verse como un lugar con un ambiente opuesto y carente de afectividad, el personal que allí labora no proporciona la seguridad y los cuidados que los padres en el hogar suelen demostrar al niño, con frecuencia es en la escuela donde el niño se enfrenta a situaciones incómodas y frustrantes. En el hogar, la madre se encuentra disponible en todo momento, en la escuela no hay una respuesta pronta a las necesidades que el niño demanda.

Horton y Hunt (2003) indican que la familia ofrece a los integrantes algún grado de protección física, económica y psicológica, la relación entre los miembros puede ser tan fuerte que un ataque a uno de ellos representa un ataque para todo el sistema familiar. En todas las sociedades, la culpa y la vergüenza son igualmente compartidas, también la sensación de seguridad, bienestar y alegría.
En la escuela se observa que la cooperación y colaboración no se fortalecen, por lo que el niño tiene que defenderse y cuidarse solo.

La presencia y el apoyo de los padres resulta ser un sostén importante en la vida afectiva y social de todo sujeto. Luz de Lourdes Eguiluz (2003) plantea que la etapa de desprendimiento de los niños para con los padres no debe darse de un modo brusco, es importante que el proceso permita al niño ir acostumbrándose a estar alejado de la madre por un tiempo y resolviendo situaciones por sí mismo.

Jean Piaget señalaba en sus aportaciones teóricas sobre del desarrollo de la inteligencia de los sujetos, que la presencia de la figura materna debía contribuir a fortalecer la propia seguridad en el menor, a pesar de saber físicamente lejos a su madre. El niño tiene que aprender, mediante entrenamiento previo, que si su madre desaparece de su vista volverá a aparecer probablemente en el mismo lugar donde la vio por última vez.

Los niños que se encuentran bajo el cuidado de alguien estable, suelen presentar un comportamiento social adecuado a las exigencias y demandas que el medio les presenta; la seguridad y estima propia se ven fortalecidas y la adaptación que logran en diversos contextos resulta bastante satisfactoria.

En el mismo sentido, Eguiluz (2003) puntualiza que los niños que carecen de una cuidadora estable resultan afectados en sus comportamientos futuros, estos infantes se muestran tímidos e inseguros y presentan baja autoestima y depresión. Para el logro de un desarrollo armonioso, además de un sano crecimiento, los menores requieren estabilidad y seguridad, esto generalmente es proporcionado por una pareja de padres y una familia estructurada y funcional.

Los padres deben tener cuidado al escoger la escuela donde estudiarán sus hijos ya que este espacio deberá funcionar de manera similar en cuanto a la educación del niño, los valores, las formas y estilos de educación que los padres proveen en casa. De esta manera, la adaptación de los niños a este nuevo espacio se realizará de forma más fácil y cómoda. Aunque, está claro, la escuela no sustituye nunca a la familia.

El ritmo de vida de la sociedad actual, al reclamar también la salida del hogar de la figura materna, ha originado que el ingreso de los niños a las instituciones escolares se origine a una edad más temprana. Por lo que el proceso de separación entre el niño y la figura materna ocurre de un modo vertiginoso y el placer que resultaría de mantenerse juntos conociéndose y reconociéndose se ve disminuido paulatinamente conforme la sociedad desvaloriza mantener o reforzar los lazos familiares.

Virginia Satir (1991) menciona que uno de los problemas que se observa con frecuencia es que los integrantes de las familias tienen que hacer muchas cosas para responder al aumento acelerado de satisfactores económicos y materiales de la vida moderna. Frente a estas demandas, las madres de familia son parte de la fuerza laboral necesaria, lo que ha orillado a que los niños sean llevados a edades cada vez más tempranas a los centros escolares (guarderías y maternales).

El proceso de separación afectiva entre los integrantes de la familia es cada vez más temprano, no da tiempo al niño para procesar y tolerar las ausencias maternas causando en la personalidad del menor sentimientos de inseguridad y ansiedad por no tener a su lado a un cuidador que atienda prontamente sus demandas proporcionándole el estado de bienestar, satisfacción y seguridad que requiere ante su medio ambiente físico y social.

Erickson, en Papalia et al. (2003), habla en su teoría psicosocial acerca de las etapas que vive el ser humano en su desarrollo psicosocial, principalmente aborda la etapa de confianza básica frente a la desconfianza básica, e indica que es un periodo del desarrollo que inicia en las primeras semanas después del nacimiento y culmina a los 18 meses de edad.

El elemento fundamental para lograr la esperanza y confianza se da a través de un cuidado afectuoso, cuidadoso y constante, esto es básicamente proporcionado por la figura materna al ser ésta quien se encuentra al lado del bebé desde antes del nacimiento.

Si predomina la falta de cuidado y atención al niño, entonces se generará un sentimiento de desconfianza que da al pequeño la percepción de que el mundo es un lugar hostil e impredecible por lo que tendrá dificultades para entablar relaciones en el futuro.

Para compensar el sentimiento de culpa que se crea al tener conciencia de lo necesario de cuidar y proteger a los menores, pero teniéndolos que soltar a una edad temprana, los padres trabajan durante jornadas muy extensas evitando tanto la cantidad como la calidad del tiempo que le dedican a sus hijos. Entonces, ¿cuál es el legado de bienestar psicoafectivo que se da si no se comparten sentimientos y emociones con los niños?

El proceso de separación entre el niño y la madre debe estar lo suficientemente avanzado como para que el pequeño resista sin problemas su permanencia por varias horas en una escuela. La actitud de los padres, en especial de la madre, influye mucho en la manera de afrontar la situación de adaptación a un contexto desconocido, la experiencia puede ser, con la ayuda adecuada de los padres, placentera, gratificante, o incómoda y frustrante.

Ese proceso de separación tan difícil para el niño posee un trasfondo analítico, y todo el sentimiento de angustia y temor no es más que el miedo experimentado por dejar de ser amado por la madre que se va, de aquí que se generen estados de angustia cuando la figura materna se aleja por periodos de tiempo prolongados.

Papalia y sus colaboradores (2003) establecen que las fobias a la escuela son temores injustificados que se crean por una especie de ansiedad por la separación del hogar o a las personas a las cuales el niño tiene apego. Estos temores suelen aparecer por un espacio aproximado de cuatro semanas, aunque en algunos casos este tipo de trastorno puede persistir durante mucho tiempo y puede traer como consecuencia que los niños sientan que tienen poco control sobre lo que sucede a su alrededor.

CONCLUSIONES

Los padres, en especial la madre, durante los primeros años de vida de los hijos pueden ayudar a prevenir los temores de los pequeños, inculcar una sensación de confianza y prudencia normal sin demostrar demasiada protección. La atención y los cuidados con afecto, continuos, son aspectos importantes en el desarrollo de la seguridad que el niño necesita desde muy temprana edad.

El tiempo que se dedica a los hijos por parte de los padres debe ofrecer el establecimiento de vínculos afectivos fuertes, en especial, el cuidado y protección que la madre proporciona al niño, pues le brindará una sensación de seguridad básica de su entorno que el menor desplaza en lo sucesivo frente a cualquier situación social y escolar que se presente en el futuro.

BIBLIOGRAFÍA

Davidoff, L. (2001). Introducción a la Psicología. México: McGraw-Hill.

Eguiluz, L. L. (2003). Dinámica de la familia. Un enfoque psicológico sistémico. México: Pax.

Horton, P. B. y Hunt, C. (2003). Sociología. México: McGraw-Hill.

Papalia, D. E. et al. (2003). Desarrollo Humano. México: McGraw-Hill.

Satir, V. (1991). Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar. México: Pax.

Savater, F. (1997). El valor de educar. México: Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América.