La familia como institución AÑO 2. Número 4
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RESUMEN
El presente artículo trata de la importancia de la familia como la institución que forma a sus integrantes y los prepara de un modo inicial e informal, con una formación que permitirá a los individuos responder a las exigencias sociales de un contexto cada día más demandante desde el punto de vista social y laboral. La familia como institución da las pautas para regular las conductas humanas de una manera legítima, basada en el derecho de los individuos de establecerse afectiva y físicamente en compañía de otros con los que se comparten sentimientos, objetivos e intereses.
PALABRAS CLAVE: Educación, institución, familia, valores, conducta, socialización, grupo.
INTRODUCCIÓN
En el decurso de la historia del ser humano como ser social, la familia ha sido uno de los grupos más importantes para la generación y reproducción de pautas que regulan y norman al individuo en su proceso de incorporación al contexto en el que se desenvuelve. Es importante, por tanto, percibir al grupo familiar como un sistema integrado a un todo, de manera que la decadencia de este sistema daría lugar a un conjunto de conflictos humanos desde una perspectiva social, psicológica y educativa. La manera en que interactúa un individuo con otros se aprende de manera informal con los primeros modelos a imitar: los padres. Esos procesos de identificación originan la interiorización de normas y reglas que más tarde se trasladarán a un contexto social más amplio. Así, aunque las familias se construyen y se reconstruyen con el paso del tiempo, su función básica institucionalizada, es decir, la socialización de sus integrantes, no puede pasar inadvertida o quedar olvidada, pues es gracias a ella que la familia se orienta a cumplir con la finalidad que tiene: formar individuos sanos y adaptados.
DESARROLLO
Uno de los sistemas sociales más importantes que tiene como objetivo primordial contribuir al bienestar de los seres humanos, es la familia. Ella es el grupo social primario que permite a los individuos desarrollarse y crecer física y psicológicamente. Luz de Lourdes Eguiluz fundamenta lo anterior expresando que la familia “genera redes de apoyo que constituyen una modalidad diferente de sociabilidad familiar e implica intercambio de bienes y servicios” (Eguiluz, 2003, pp. 132-133).
Aunque definir a la familia no es una cuestión fácil, ya que el término se utiliza de diferentes formas, por ejemplo para designar a un grupo con lazos de consanguinidad; para designar a un grupo de personas unidas por el matrimonio; para identificar a una pareja casada con hijos o sin ellos; para indicar una pareja no casada, no obstante, la reconocida finalidad de un grupo familiar acerca de formar a sus integrantes para una futura vida social independiente, parece ser la misma.
En la actualidad, el intercambio de bienes y servicios que se presenta en la familia, se observa a través de las pautas de conducta que se dan entre generaciones diferentes en un mismo grupo familiar; pautas de conducta basadas en el apoyo, cuidados y manutención de una generación adulta a otra generación más joven. El pago correspondiente que se espera ante estas acciones de cuidado y de ayuda por parte de los adultos es el afecto, el apoyo moral, la ayuda financiera o en especie, en caso de presentarse necesidades económicas. En suma, “la familia es un grupo social con una historia compartida de interacciones; es un sistema compuesto por personas de diferente edad, sexo y características que, por lo general, comparten el mismo techo. Sánchez (1980) considera a la familia la unidad fundamental de la sociedad, el grupo social que conserva nexos de parentesco entre sus miembros, tanto de tipo legal como de tipo consanguíneo, y que se constituye por individuos de generaciones distintas” (Eguiluz, 2003, p. 3).
Es necesario resaltar la importancia que adquiere el núcleo familiar como un grupo transmisor de ideas, costumbres, hábitos, valores, tradiciones; como un sistema que transmite cultura a través de las interacciones cotidianas que se establecen. Esa transmisión de cultura ofrecida de generación a generación, permite que las generaciones más jóvenes reproduzcan lo que les ha sido dado informalmente. Fernando Savater resalta que los niños “antes de ponerse en contacto con sus maestros ya han experimentado ampliamente la influencia educativa de su entorno familiar y de su medio social, que seguirá siendo determinante… En la familia el niño aprende –o debería aprender– aptitudes tan fundamentales como hablar, asearse, vestirse, obedecer a los mayores, proteger a los más pequeños (es decir, convivir con personas de diferentes edades), compartir alimentos y otros dones con quienes les rodean, participar en juegos colectivos respetando los reglamentos, rezar (si la familia es religiosa), distinguir a nivel primario lo que está bien de lo que está mal según las pautas de la comunidad a la que pertenece” (Savater, 1997, pp. 61-62).
¿Por qué es tan importante la influencia de la familia sobre la manera de conducirse de los individuos? Si la intervención de la familia, en cuanto a la forma de socialización que el individuo ha aprendido, ha sido adecuada, el impacto de la enseñanza formal será menor y los maestros moldearán lo que ya está sólidamente asentado, sin perder demasiado tiempo puliendo aquellas habilidades y aptitudes necesarias para darle al ser humano el carácter de civilidad que se requiere para adaptarse adecuadamente a su contexto. Así, la importancia de la familia como un sistema vivo, como una institución, radica en la capacidad que tiene para transformarse y para crecer; para adaptarse a las circunstancias de su entorno sin perder su identidad, y es este aspecto el que debemos considerar al conceptualizar a la familia como una institución social por excelencia, pues las características que demarcan a la familia de otros grupos e instituciones, son las que le otorgan el valor adquirido para sus miembros y que se legitiman por todos sus integrantes. “Entre los seres humanos, unirse para ‘coexistir’ suele significar alguna suerte de grupo familiar. La familia es el contexto natural para crecer y para recibir auxilio” (Minuchin y Fishman, 2011, p. 25).
La familia, considerada como una institución, es aquella que regula de una o de otra forma la conducta de sus integrantes. El concepto de institución lo definen B. Horton y L. Hunt desde el punto de vista sociológico de la siguiente manera: “Una institución es un sistema de normas para alcanzar alguna meta o actividad que las personas consideran importante, o más formalmente, un grupo organizado de costumbres y tradiciones centradas en una actividad humana importante” (B. Horton y Hunt, 2003, p. 222). Así, en la familia se incluyen una serie de valores comunes que no solamente se dan dentro del grupo de origen, sino que también son compartidos con los grupos sociales que se forman externamente a ella. Dos de estos valores comunes son el amor y la lealtad. Por otra parte, las actividades humanas aprendidas y que regularmente se fomentan dentro del núcleo familiar, son, entre otras, las formas del cuidado de los que nos rodean y el establecimiento de rutinas familiares. Pero la familia también fomenta la asunción de una serie de roles y status sociales; por ejemplo, el rol y status de abuelo (a); el de marido o mujer; el de adolescente, hijos, etcétera, roles que resultan necesarios en el funcionamiento de las sociedades. En efecto, la regulación de conductas y pautas sociales tiene su origen precisamente en el seno familiar, aspecto que con mucha pena se percibe que en las sociedades actuales se encuentra en verdadero proceso de crisis, pues se ha pretendido desinstitucionalizar a la familia.
B. Horton y L. Hunt expresan que “para que una sociedad sobreviva, las personas deben encontrar algunas formas prácticas y viables de formar pareja, concebir y educar hijos, satisfacer necesidades económicas, cuidar de los enfermos y ancianos y llevar a cabo algunas otras funciones” (B. Horton y Hunt, 2003). Así como otros grupos (la policía, los diputados, los maestros) tienen funciones específicas que ejercen socialmente, la familia también cuenta con las propias, las cuales están relacionadas con lo económico, lo social, lo biológico y lo psicológico.
La función económica que la familia cumple tiende a permitir la diferenciación de tareas, además de que favorece la satisfacción de las necesidades materiales en sus integrantes mediante los roles de proveedores que se cumplen a través de quienes ejercen tal función.
La función social que la familia cumple consiste en facilitar “la transferencia de valores, creencias y costumbres, así como la transmisión de habilidades que ayudan al crecimiento” (Eguiluz, 2003, p. 3). Es esta función la que otorga a la familia el mérito que le corresponde como institución social, pues es precisamente esa transmisión de conocimientos y de cultura lo que hace que las costumbres no se pierdan. Es importante recordar que lo que se hace repetidamente y de manera generalizada por los integrantes de un grupo, llega a convertirse en ley; aquello que se considera como parte de lo cotidiano y de lo establecido culturalmente, a partir de su aceptación y consentimiento mutuo, tiende a legitimarse automáticamente.
Desde el punto de vista biológico, la función de la familia no es menos importante, pues se trata nada menos que de perpetuar la especie.
Por último, la función psicológica de la familia consiste en favorecer la interconexión socioafectiva. Los vínculos de interdependencia que se establecen entre los integrantes de una familia resultan bastante necesarios en el desarrollo de la personalidad de los individuos; en la medida en que se presenten lazos afectivos mutuos en constante apoyo, colaboración y cooperación, en esa medida el individuo ejercerá el uso y práctica de estas habilidades en la escuela, primero, y posteriormente en el ámbito laboral.
En la familia se educa para crecer; se prepara para una vida adulta, no para mantenerse como niño siempre. En relación con esto, Fernando Savater expresa que “los niños –esta obviedad es frecuentemente olvidada– son educados para ser adultos, no para seguir siendo niños. Son educados para que crezcan mejor, no para que no crezcan puesto que de todos modos, bien o mal, van a crecer irremediablemente” (Savater, 1997, p. 71).
En fin, sea cual fuere la forma de familia que se tenga en la actualidad, siempre y cuando el individuo se mantenga en un ambiente saludable en donde los lazos formados se construyan a partir de la lealtad, la solidaridad, el amor o el cariño, la responsabilidad y el entendimiento de que el logro de los objetivos de uno de los integrantes también implica el logro de las metas de todos los demás, siempre que se mantengan estos principios, la transmisión de pautas conductuales a través del núcleo familiar se orientará al desarrollo y madurez emocional del sujeto, lo cual le permitirá en el futuro adaptarse al modo que su grupo social le indica. Ésta es precisamente una de las funciones primordiales de la familia, la socialización de los sujetos. B. Horton y Hunt dicen que “al principio, el grupo familiar es el más importante, puesto que es el único grupo que la mayoría de los niños tiene cuando son más impresionables. Todas las autoridades están de acuerdo en que las características básicas de la personalidad del individuo se forman en estos primeros años dentro de la familia” (B. Horton y Hunt, 2003, p. 95). En efecto, aunque no podemos negar que existen otras instituciones (escuela, grupos de pares) que desempeñan un papel importante en la socialización de los individuos, es la familia el principal agente en ésta.
CONCLUSIONES
Los cambios que ha sufrido la familia en el transcurso del tiempo han dado como resultado situaciones que la han hecho tambalear en cuanto a su existencia como institución. Entre los riesgos más evidentes a los que se ha enfrentado, están el divorcio (cada vez es más alto el número de parejas que se divorcian), los nacimientos ilegítimos, las familias compuestas por un solo progenitor, etcétera, los cuales hacen más difícil cumplir el objetivo y las funciones que caracterizan a este grupo primario por excelencia. De este modo, la función de proporcionar afecto y compañía a los individuos, ha sido desplazada paulatinamente a medida que nuestras sociedades evolucionan y pasan a adquirir status de países desarrollados o tecnológicamente avanzados, debido a la necesidad de luchar por una calidad de vida económica y social más alta y de éxito.
Aun cuando existen otras instancias en las cuales el individuo continúa su proceso de formación para convertirse en un sujeto socializado, la familia sigue siendo hoy por hoy la institución que forma y convierte inicialmente aquellas actitudes y valores instintivas y egoístas en actitudes acordes a las normas que dicta el grupo en el cual un sujeto se desenvuelve, dando lugar a la aparición de identificaciones y posteriormente de una autoimagen. La personalidad individual emerge, entonces, a partir de las primeras interacciones con el grupo familiar, de aquí la importancia de hacer preservar a la familia como un modelo para la interiorización de ideas, normas y pautas de conductas que faciliten la integración y adaptación al mundo social.
BIBLIOGRAFÍA
Savater, F. (1997). El valor de educar. México: Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América.
B. Horton, P. y Hunt, Chester L. (2003). Sociología. México: Mc Graw Hill.
Eguiluz, L. L.. (2003). Dinámica de la familia. Un enfoque psicológico sistémico. México: Pax México.
Minuchin, S. y Fishman, H. Ch. (2011). Técnicas de terapia familiar. México: Paidós.