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La identidad del profesor universitario. Una mirada conceptual. Edición Especial No. 5

13 min de lectura

Autora: Maricela Ojeda Gutiérrez.

RESUMEN
Los cambios en la estructura organizacional de las universidades en México, las demandas internacionales de sistematización de procesos educativos y las últimas reformas en materia educativa llevan al profesor universitario a cuestionarse sobre el rol que desempeña en los distintos ámbitos de actuación. La identidad del profesor es analizada desde distintas perspectivas ya sea legal, social, organizacional y teórica. Este artículo es un ejercicio de conceptualización que permite hacer un acercamiento a la nueva realidad de la profesionalización de los docentes en los espacios de educación superior.

PALABRAS CLAVE: Identidad, profesor, universitario, competencias, tutoría, asesoramiento.

INTRODUCCIÓN
A partir de la década de los noventa, diferentes organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO, 1996), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI, 2006), la Organización de Estados Americanos (OEA, 2000), el Centro Regional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (CRESALC, 2002) y a nivel nacional desde la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (2013), el Plan Nacional de Desarrollo (PND, 2013), la Ley General de Educación (LGE, 2014) y sus distintos reglamentos e instrumentos, han hecho énfasis en la necesidad de mejorar la calidad de las instituciones de educación superior ya que ésta es vista como un derecho fundamental de todas las personas y deberá abarcar las dimensiones de respeto de los derechos, relevancia, pertinencia, equidad, eficiencia y eficacia (INEE, 2014; UNESCO, 2015).

Es una realidad que las instituciones de educación superior requieren profesores que puedan apoyar a sus alumnos en el desarrollo de competencias disciplinares y genéricas (UNESCO, 2015; Proyecto Tuning, 2007) para que éstos puedan insertarse con éxito en el mercado laboral, cada vez más demandante. En palabras de Morín “la misión de la educación en la era planetaria es fortalecer las condiciones de posibilidad de la emergencia de una sociedad-mundo compuesta por los ciudadanos protagonistas, consciente y críticamente comprometidos en la construcción de una civilización planetaria” (Morín, 2003).

Uno de los caminos que contribuyan en el mejoramiento de la calidad educativa en los centros universitarios es a través de su profesorado. Desde la perspectiva organizacional, la selección, contratación, permanencia y promoción de la planta docente se convierte en una tarea que no sólo define la calidad educativa del plantel sino que dota a la Institución de una reputación que trascenderá el aula. Por lo que los filtros laborales harán su aparición en todas estas etapas de estadía de cada profesor, mismos que permitirán u obstaculizarán el tránsito profesional docente.

El propósito de este ejercicio conceptual radica en identificar cuáles son los factores que influyen en cada profesor universitario para consolidar un perfil propio. La pregunta que guía este ejercicio conceptual es: ¿cuáles son los elementos de construcción para formar la identidad del profesor universitario?

DESARROLLO
Las modificaciones recientes a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos enmarcan que las políticas públicas en materia de educación deben cambiar. La Carta Magna cita que “Será de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos” (Diario Oficial de la Federación, 2013). Para cumplir con el mandato, se requiere el establecimiento de lineamientos que irremediablemente llevan al docente a sentir en carne propia dichas exigencias que podrían convertise en una presión institucional y profesional.

Apple (1986) identifica que la escuela sirve a intereses de la clase hegemónica ya que ésta juega el papel de seleccionar, conservar y transmitir las concepciones de competencia, normas ideológicas y valores social y económicamente valiosos para ese grupo de poder. Explica que existe un vínculo entre los contenidos legitimados y su forma de utilización por parte de los docentes. Las actividades del profesor han de ser entendidas no simplemente en términos de modelos de interacción social que dominan en el aula, sino en los términos de una visión ampliada ya que las relaciones que involucran la vida económica, social, política y que dan estructura social, son moldeadas por el proyecto educativo del centro y también por el aparato ideológico imperante en un determinado espacio histórico-cultural y social. El Estado matizará con su ideología aquellos saberes que el alumno deba desarrollar y que serán modelados por su profesor.

En la actualidad mexicana la presión del Estado está orientada a mejorar la calidad educativa en el aula donde el profesor deberá cumplir con las exigencias que reclaman esa excelencia académica. Para ello el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 establece que deberá haber profesores capacitados para contribuir con el país y mejorar la calidad educativa.

El futuro de México depende en gran medida de nuestra niñez y juventud. Por tanto, es fundamental que la nación dirija sus esfuerzos para transitar hacia una Sociedad del Conocimiento. Esto implica basar nuestro futuro en el aprovechamiento intensivo de nuestra capacidad intelectural. En este sentido, un México con Educación de Calidad que garantice el derecho a la educación de calidad para todos, fortalezcan la articulación entre niveles educativos y los vinculen con el quehacer científico, el desarrollo tecnológico y el sector productivo, con el fin de generar un capital humano de calidad que detone la innovación nacional (PND, 2013).

Menuda tarea la del profesor que deberá cumplir con el mandato nacional. Sin embargo, el Poder Ejecutivo no abandona al profesor sino que le insta para que se capacite, actualice y mejore su práctica a través de un sistema de profesionalización que dé cuenta del estado actual de conocimientos y competencias del profesorado en todos los niveles educativos.

No obstante, en la educación superior, la profesionalización docente cambia el cariz de desempeño empírico al que habían estado acostumbrados los profesionistas que se insertan como parte de la plantilla de profesores.

(…) para mejorar la calidad de la educación se requiere transitar hacia un sistema de profesionalización de la carrera docente, que estimule el desempeño académico de los maestros y fortalezca los procesos de formación y actualización. El mejoramiento de los resultados permitirá que padres de familia y sociedad ratifiquen e incrementen la confianza en la tarea decisiva de los docentes. Una vía para lograrlo es fortaleciendo los procesos de formación inicial y selección de los docentes. La necesidad de contar con maestros, directores y supervisores mejor capacitados destaca como la principal vía para mejorar la calidad de la educación (PND, 2013).

Las instituciones de Educación Superior en México estructuran la Misión y Visión con base en los requerimientos internacionales y del ámbito laboral nacional. En esa misma estructura organizacional se espera que el perfil de egreso corresponda de manera idéntica a los profesionistas que están fungiendo como formadores de esos profesionistas. Por los que los modelos educativos universitarios, siguiendo ese mismo orden hegemónico descrito por Apple (1986) consideran la función docente como una actividad compleja que le reviste de un nivel de expertise o pericia.

No conforme con lo anterior, se presentan algunos teóricos en la literatura que mencionan que las sociedades modernas deberán tener profesores competentes. Algunos ejemplos los tenemos en los trabajos de Shulman (2005) y Zabalza (2005) por mencionar algunos.

El Modelo de Razonamiento Pedagógico propuesto por Shulman (2005) expone que aquel docente ocupado de su labor y compromiso social deberá efrecer una buena enseñanza a través de una serie de actividades que sean dominadas por éste y con exigencias como las que a continuación se detallan:

Tabla 1. Dominios docentes vs. Exigencias.
Fuente: Basado en el modelo de razonamiento pedagógico de Shulman (2005).

Para Zabalza (2005) las competencias docentes funcionan como referentes para identificar las características del profesorado en educación superior, pero también como una guía que permite tanto la formación como la actualización de estrategias docentes. Dichas competencias podrán orientar a las instituciones educativas universitarias en la valoración de su plantilla docente. Para este autor, las competencias docentes son: a) la capacidad de planificar el proceso de enseñanza y el aprendizaje; b) la capacidad para seleccionar y presentar los contenidos disciplinares; c) la capacidad para ofrecer informaciones y explicaciones comprensibles; d) la aptitud en el manejo didáctico de las TIC; e) la capacidad para gestionar las metodologás de trabajo didáctico y las tareas de aprendizaje; f) la capacidad para relacionarse constructivamente con los alumnos; g) la capacidad para relacionarse con los estudiantes a través de procesos tutoriales y el acompañamiento de alumnos; h) la aptitud para reflexionar e investigar sobre la enseñanza; i) la aptitud para implicarse institucionalmente.

En este momento del análisis conviene relacionar lo que ambos autores –Shulman (2005) y Zabalza (2005)— establecen como cualidades de un profesor universitario.

Tabla 2. Semejanzas y diferencias en las posturas teóricas.
Fuente: Basado en Shulman (2005) y Zabalza (2005).

Requerimientos institucionales de selección y contratación laboral.
La Universidad ha cambiado, se ha institucionalizado con prácticas sistemáticas de procesos educativos y administrativos. Se ha vuelto más estandarizada y hasta susceptibe de ser valorada y sometida a escrutinio para la obtención de una certificación internacional o nacional.

Las universidades públicas y privadas, desde hace algunos años, pueden obtener grados de excelencia que los otorga una tercería. Los programas académicos de licenciatura y posgrado se someten a procesos de acreditación con la intención de valorar las condiciones de operatividad, pero también para obtener el reconocimiento público de cumplir con estándares predeterminados socialmente. Algunas instancias que llevan a cabo ese proceso son la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES), el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES), los Comités Mexicanos para la Práctica Internacional de las Profesiones (COMPI), todos ellos a nivel institucional (Hernández Mondragón, 2006).

Una de las preguntas que surge es ¿cuáles son los requerimientos que debe cumplir un profesional para ingresar como docente en la universidad?

La universidad de hoy es muy diferente a la de hace cincuenta años. Cualquier egresado de la universidad, normalista o tecnológico se encuentra con que la formación inicial ya no es garantía para poder acceder a un trabajo de manera inmediata. El mercado laboral, incluyendo en el ámbito educativo, busca trabajadores más especializados, por lo que el primer filtro para ser profesor en un espacio universitario es poseer una serie de credenciales que digan que posee conocimientos disciplinares específicos. Estas credenciales pueden ser por haber cursado un posgrado o bien por certificaciones con tercerías, como las mencionadas anteriormente, aunque también hay casos en los que una amplia experiencia profesional en el campo podrá abrir las puertas universitarias.

Universidad diferente, roles diferentes: la identidad docente.
Una vez inmerso en el desempeño laboral de profesor universitario se encontrará con las presiones institucionales y sociales que engloba su profesión.

Hay mucha gente que se siente profesional de lo que se formó en la universidad y lo otro, como profesor, es un pequeño esfuerzo suplementario que hace en ciertas horas que figuran fuera de su horario natural y por ello tardan muchísimo en acabar de entender que parte del problema que tienen es un problema común con otros profesores, y que parte de las cuestiones que se tienen que plantear son cuestiones que tienen que ver con ser profesor universitario de algo (Zabalza, 2005).

El profesor que por fin cumplió todos los filtros y requisitos de contratación para ingresar a la universidad se encuentra con un cúmulo de nuevas informaciones sobre el rol que tendrá que desempeñar. A la manera Shakesperiana, el profesor universitario se encuentra en la encrucijada de ¡Ser o no ser docente!

Por un lado, la idea de compartir sus conocimientos especializados en una disciplina en la cual se formó ha sido, hasta ahora, el motor para ingresar al espacio universitario y sacrificar algunas horas del día en lo que él cree un beneficio y retribución social. Por el otro lado, están los requerimientos rigoristas no sólo de tener las credenciales suficientes para pertenecer a la platilla de profesores competentes, sino demostrar ante la comunidad estudiantil un sin número de cualidades.

La identidad docente se vuelve frágil. En este momento del debate conviene realizar un ejercicio conceptual con mayor profundidad sobre la identidad del profesor universitario. Algunos trabajos de investigación sobre la identidad del profesor los podemos encontrar en Pliego (2000), Piña (2002), Pérez y Mendoza (1999), López (1998) citados en Segovia y Soriano (2007), Zabalza (2005), entre otros, quienes concuerdan en que la identidad docente se va haciendo en el camino, que se necesita el reconocimiento del propio profesor para ubicarse ante la mirada de los otros y de él mismo como un agente de cambio. Es en ese reconocimiento identitario que será capaz de identificarse con los modelos institucionales o separarse de ellos. “En la identidad emerge la complejidad” (Segovia Chávez y Soriano Ramírez, 2010).

La identidad no es un hecho en sí, algo que pudiera confrontarse con otros aspectos que le dieran validez de existencia. La identidad es un concepto más con el que los hombres, desde sus propios lenguajes, se siguen construyendo. Es un concepto que no sólo sirve para nombrar o referirse a objetos o seres ónticos, sino también, en la medida en que es un concepto que trasciende la semántica misma […] La identidad no ha surgido de datos específicos, tampoco de soluciones a problemas prácticos inmediatos, ha surgido como respuesta a una necesidad de afirmar y afirmarse como parte de un todo… el cual es tan difuso como la misma identidad (Hurtado, 2007).

Por lo que se entiende a “la Identidad docente como un proceso de construcción y como tal dinámico y continuo, que no obedece exclusivamente a la obtención de un título profesional, sino se asocia al despliegue de la trayectoria propia del profesor, que necesariamente vincula la acción individual asociada a las historias de vida, con la acción colectiva que se desarrolla según particulares características de las realidades laborales circundantes” (Matus Rodríguez, 2012).

Desempeño del profesor universitario.
Los modelos educativos en este nivel de escolaridad enfatizan el diseño e inclusión de programas de tutorías que representan una tarea adicional que el profesor universitario deberá dominar y desempeñar dentro de sus funciones.

La justificación de los programas tutoriales se ubica en la diversidad de situaciones a las que ha de enfrentarse el alumno dado que el profesor es la persona más cercana a éste. El nuevo rol docente se matiza con un tinte de acompañamiento y cercanía al cobijo de dicho programa. Dentro de las áreas de intervención en orientación y tutoría encontramos algunos aspectos que el docente universitario deberá sumar a su desempeño docente. Siguiendo a Lázaro y Asensi (1987 citado en Boza, Salas y otros, 2001) la actuación del profesor en su función como tutor se enfoca en: a) las dificultades de aprendizaje; b) los hábitos de estudio; c) interiorización de actitudes intelectuales; d) comportamiento social; e) desarrollo personal; y f) proyección vocacional. Sobrado (1990 citado en Boza y otros, 2001) incluye también el papel del tutor como orientador para la transición escuela-trabajo.

Alonso Tapia (1995 citado en Boza y otros, 2001) vincula el proceso de tutoría con los problemas de interacción social a través de la evaluación y mejora de la competencia social y las actitudes prosociales; problemas de inserción social y laboral como es la evaluación y mejora de la capacidad para tomar decisiones, y agrega otro foco de atención con la evaluación e intervención centrada en el contexto inmediato.

Las funciones básicas del profesor universitario en su carácter de tutor también abarcan el ramo de la asesoría con respecto a los siguientes rubros: a) asesoramiento sobre las características de los estudios; b) asesoramiento sobre la resolución de problemas administrativos; c) asesoramiento sobre la elaboración de trabajos; d) asesoramiento sobre estrategias de enseñanza; e) asesoramiento sobre habilidades sociales y comunicación (Broveli, 2000); f) asesoramiento sobre recursos bibliográficos; g) asesoramiento sobre la preparación de ejercicios y exámenes y h) asesoramiento sobre actividades culturales y participación en la vida universitaria (Álvarez Pérez, 2002; Ayala Aguirre, 2004).

Como lo hemos visto hasta ahora, la identidad docente del profesor univesitario se va matizando de colores que no se alcanzan a ver más que al interior del desempeño profesional. Ser profesor ahora también se vincula con ser tutor que tiene su origen en el latín tutelaris que significa “que guía, ampara, protege o defiende” (García Nieto, 2008).

En contrapartida, encontramos algunas voces como la de Artigot quien dice que “Es un profesor –aunque no todo profesor tiene por qué ser tutor— que, además de ocuparse de las actividades relacionadas con la enseñanza que el centro donde trabaja le encomienda, se encarga de atender diversos aspectos que no quedan cuidados de forma eficiente dentro de las clases” (1973, citado en Boza y otros, 2001).

Siguiendo a Boza y otros (2001), contundentemente opinan que el tutor debe realizar una doble función: ser docente que impartirá su materia y, por otro lado, deberá ser conocedor de una formación psicopedagógica que le confiera la posibilidad de atender adecuadamente al alumnado, familia y demás profesores en aspectos ligados tanto a la docencia como a la tutoría.

El desempeño laboral del profesor en la universidad se reviste de una serie de exigencias que condicionan su identidad profesional y que son fundamentales para su desarrollo y permanencia en la institución educativa. La vocación inicial, motivo de impulso para su ingreso en el centro universitario, requiere también programas que articulen la formación permanente en aspectos pedagógicos, didácticos y de acompañamiento tutorial y asesoría.

CONCLUSIONES
La pregunta que orientó este ejercicio conceptual sobre la identidad del profesor universitario engloba una serie de factores relacionados al campo laboral desde las esferas política, legal, teórica y de desempeño profesional. Ser profesor en la universidad hoy, más que en ninguna otra época, require de la firme convicción del papel que se ha de desempeñar. De mirarse en prospectiva y analizar que la actuación que tendrá estará a la vista de las instituciones sociales en todos los ámbitos de la vida: económicos, políticos, sociales, culturales, educativos.

La identidad del profesor universitario se va construyendo en lo individual y se nutre con los requerimientos colectivos. No es solamente poseer credenciales y lograr obtener un puesto. Ser profesor es una vocación que, definitivamente, trasciende las aulas.

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