<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=186146087706618&amp;noscript=1"> La gestión de la escuela y la familia. Edición Especial No. 2

La gestión de la escuela y la familia. Edición Especial No. 2

10 min de lectura

Autor: Manuela Jiménez Meraz.

RESUMEN

El presente trabajo retoma la importancia de la participación de la familia en la gestión de la escuela para mejorar el rendimiento académico de los alumnos, ya quetanto la institución educativa como la familia, deben buscar canales de comunicación y acción en común para reforzar el proceso de aprendizaje de los estudiantes.

PALABRAS CLAVE: Gestión, escuela, familia.
INTRODUCCIÓN
“Los maestros compartimos con las familias de nuestros alumnos, el compromiso de educarles”
(Antúnez, 1999).

En el mundo contemporáneo, en el que a los niños y niñas “les ha tocado vivir, son cada vez mayores las exigencias para desenvolverse, para formarse, para participar en sociedad, para encontrar soluciones a los problemas cotidianos” (Jiménez, 2013), para enfrentarse a la crisis de un mundo cambiante. Ante este panorama y las exigencias que de ello se derivan, es fundamental que la educación en todos sus niveles contribuya al desarrollo de las competencias en cada uno de sus alumnos, porque el reto es inmenso y muy complejo.

Como lo menciona Pulgar (2005), existen grandes diferencias en los procesos de aprendizaje, ya que también hoy, toman gran relevancia en él, el contexto, las situaciones en que se desenvuelve el alumno y, principalmente la familia.
El gran reto educativo que se le presenta al docente en la actualidad, es enseñar en la diversidad y considerar no sólo los conocimientos factuales, sino actitudinales y procedimentales. Esto requiere que la escuela ponga en juego todos los elementos de la gestión escolar, principalmente al replantear la relación que se da entre la familia y la escuela, así como de todos los agentes involucrados, lo cual es el objetivo de este artículo.

DESARROLLO
Cuando se habla de gestión escolar, indudablemente se piensa en organización, calidad e innovación, elementos que deberán conducir a una toma de decisiones en pro del logro educativo. Antúnez (1993) refiere a la gestión como una acción de administrar por parte de los directivos y a una tarea que debe movilizar a toda una organización escolar.

El Programa de Escuelas de Calidad de la Secretaría de Educación Pública (SEP, 2010) menciona que, para poder analizar la gestión escolar, es preciso organizarla en cuatro dimensiones: Pedagógica Curricular, Organizativa, Administrativa y de Participación Social.

Este artículo se ocupa de la dimensión de Participación Social, puesto que “la escuela requiere hoy más que nunca, un resuelto apoyo de los Padres de Familia” (SEP, 2010), apoyo fundamental para “mejorar la calidad de los aprendizajes” y del propio centro escolar.

La familia y la escuela comparten un contexto socializador y formador, por lo que resulta imperante la coordinación entre estas dos para reforzar el proceso de aprendizaje y con ello la educación de los estudiantes.

Desafortunadamente, muchas veces la escuela y la familia se han relacionado solamente en cuestiones concernientes a lo económico, a través de las cuotas, teniendo un “trato informal, (…) las fiestas y el contacto que se establece en las entradas y salidas. La segunda comporta una relación más formal en (…) reuniones de clase y entrevistas” (Vila, 2006). Por años, han existido también la Sociedad de Padres, el Consejo de Participación Social y en algunos centros educativos, la Escuela para Padres, aunque parecen ser instancias que trabajan separadamente del proceso formativo pedagógico.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en el documento “Mejorar las Escuelas: Estrategias para la acción en México” (2008), sugiere la participación social como una de las estrategias clave para mejorar la eficacia escolar, implicando a los padres de familia. Refiere que la participación de los Consejos Escolares de Participación Social es limitada, ya que se basa en recaudar fondos y en el mantenimiento de la escuela. La participación de los padres debe sobrepasar estas facetas, y tanto la escuela como la familia, deben buscar canales de comunicación y acción en común.

Dentro de los Estándares de la Gestión para la Educación Básica en México (2010) se señalan dos elementos concernientes al vínculo familia-escuela, uno sobre la participación de los padres en la escuela, haciendo énfasis en que la institución educativa debe incorporarlos en diversas actividades que tengan conexión con el aprendizaje; y otro, sobre el apoyo en el hogar, refiriéndose a la importancia de la corresponsabilidad y el compromiso entre padres y docentes para que el aprendizaje sea más significativo y eficaz.

“Los maestros compartimos con la familia de nuestros alumnos el compromiso de educarles, y este hecho reclama el ineludible conocimiento mutuo y la complementariedad de nuestras acciones” (Antúnez, 1999). Contradictoriamente a esto, pareciera que actualmente la escuela y la familia se encuentran en un conflicto de deberes. Los maestros reclaman por un cierto abandono de los padres hacia sus hijos cediendo casi totalmente la responsabilidad de educar a la escuela. Los padres, se excusan ante la desinformación y la nula motivación para participar más allá de lo económico en la educación de sus hijos.

Cuando la familia desea participar más, los docentes entran en conflicto, piensan que ésta se está inmiscuyendo en su trabajo, hay enfrentamientos poco ortodoxos y no se llega a ningún acuerdo. Un aspecto básico para superar estos recelos, es que la familia conozca lo que se “pretende educar en la escuela” (Comellas, 2009) y desde ahí tomar acuerdos de colaboración.

Ciertamente hay que considerar que las estructuras familiares han cambiado, las familias ya no son las mismas, como consecuencia, la escuela también ha evolucionado. Hoy, los docentes se enfrentan al reto de educar a individuos con una enorme diversidad en su composición familiar y a que la escuela ya no es la única que educa, lo hacen también los medios de comunicación y la sociedad cambiante. Ante esto es necesario determinar líneas de acción comunes, un vínculo que tenga como objetivo apoyar al educando para que éste logre niveles óptimos de desempeño académico.

El trabajo que plantea la actual Reforma Integral en la Educación Básica (RIEB) 2011 en México, requiere que el docente tenga claro cómo sus alumnos van apropiándose de los conocimientos y cómo se desarrollan sus habilidades y actitudes. Que conozca el contexto en el que se lleva a cabo el aprendizaje, los factores que lo influyen y que pueden ser determinantes como la familia, la cultura y la sociedad en la que se desenvuelve el aprendiz.

Algunas pautas que tendrá que considerar el docente para establecer una conexión y comunicación con los alumnos y sus familias son, “en primer lugar, una perspectiva objetiva y lo más completa posible de quiénes son sus estudiantes; en segundo, un vínculo estable y una comunicación productiva con las familias, para crear una red de apoyo” (Parra y García 2005).

Hilton y Cunningham (1998) sugieren tener en cuenta elementos como la presentación formal de la escuela a los padres, la exposición de la institución a la opinión de los mismos, ofrecerles actividades atractivas de participación y con esto hacer partícipe a los integrantes del núcleo familiar directamente en el proceso educativo, reforzando este vínculo con actividades conjuntas entre institución y familia.

Pero, ¿cómo lograr que realmente los padres se comprometan con la labor educativa y no lo sientan como una carga? La respuesta tal vez está en la forma en que se plantea la necesidad de establecer el vínculo familia-escuela y los beneficios que traerá para los hijos. Más aún si los padres tienen conocimiento de los objetivos escolares y los relacionan con situaciones reales que pueden mejorar el desarrollo de cada alumno.

Los padres deben tener claro cuándo participar y cómo hacerlo, será la escuela a través de los docentes la que marque el ritmo de participación y la mejor manera de hacerlo. Dentro del proyecto de gestión escolar, la participación de los padres es fundamental y su intervención será pieza clave para cumplir con los objetivos planeados para el logro educativo.

Es importante considerar que los padres de familia son los que mejor conocen la historia de la escuela, su cultura escolar y su contexto. Si se les hace partícipes de los proyectos escolares, las finalidades, el proceso educativo que llevan sus hijos, las nuevas modalidades de trabajo por competencias y se establecen roles y límites con ellos, esta mancuerna educativa puede convertirse en una alianza con innumerables ventajas.

Existen diversas maneras en las que podemos hacer que la tarea educativa sea una responsabilidad compartida. Antúnez (1999) señala ciertos niveles y grados de participación de los padres de familia:

1. Información oral y escrita sobre cómo se está llevando a cabo el progreso en sus hijos, el proyecto de gestión y cómo se desarrolla la práctica educativa.

2. La consulta, tomando en cuenta las opiniones de los padres, sus inquietudes, su valoración sobre el centro educativo y lo que esperan de su escuela.

3. El trabajo en común al integrar a los padres en las comisiones de las actividades escolares.

En algunas escuelas “se han implementado diversas estrategias para fortalecer la participación de los padres en el proceso educativo”, como la que se describe a continuación, como parte de la experiencia de la autora de este trabajo.

La Universidad Tangamanga (UTAN), campus Tequis, es una Institución particular que ofrece la Licenciatura en Pedagogía en el estado de San Luís Potosí. Como parte de la implementación de un Plan de Retención de matrícula, se ha recurrido al trabajo conjunto con los padres de familia.

En el ciclo escolar 2012-2013, 73% de los alumnos que ingresaron a la licenciatura mencionada, tenían un promedio de entre 6 y 7 de calificación en Bachillerato, los alumnos se sentían fracasados y derrotados.

Se asumió que el apoyo de los padres debe ser inminente en los primeros años escolares, a través de esta experiencia en la UTAN, se puede comprobar que el soporte que ofrece la familia en los primeros años de la vida universitaria determina no sólo un mejor rendimiento académico, sino el grado de permanencia en la carrera, como se describe a continuación.

Durante el ciclo escolar 2012-2013 se llevaron a cabo tres reuniones con los padres de familia, donde se les informó sobre el progreso de sus hijos y se determinaron líneas de acción para obtener mejores rendimientos. En la siguiente gráfica se muestra el resultado de asistencia, de los padres de familia de un grupo, a las tres juntas realizadas por la Universidad. Ver figura 1.

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Figura 1. Asistencia de la familia a juntas en la UTAN.

Como se puede apreciar, 61% de los padres ha asistido a la mayoría de las juntas. Sólo 15%, correspondiente a cuatro alumnos, no ha asistido a las reuniones.
En la siguiente gráfica, que contiene los promedios de calificaciones del mismo grupo, se puede observar que los alumnos 14 y 16, con promedios bajos, son los mismos cuyos padres no han asistido a las reuniones escolares. El caso contrario es con los alumnos 7 y 10, cuyos padres siempre han asistido a los compromisos escolares. Ver figura 2.

fig-2

Figura 2. Promedio de los estudiantes.

Esto plantea lo trascendente que puede resultar el apoyo de la familia hacia los alumnos universitarios, ya que los estudiantes que no cuentan con este apoyo manifiestan un nivel de desempeño menos pertinente. Incluso hay casos en los que los alumnos mostraron un rendimiento académico bajo y a través del apoyo de sus padres han logrado superarlo. Actualmente, el grupo estudiado cuenta con un promedio general de 9.1, superando el 7.5 con el que egresaron del nivel Bachillerato.

El apoyo de los padres contribuye a incrementar el factor de permanencia de los alumnos en la carrera universitaria, esto se percibe diariamente en las aulas, desde el cumplimiento con las tareas, la realización de los proyectos y trabajos solicitados, hasta la asistencia y la puntualidad de los estudiantes.

En la figura 3 se puede observar que los alumnos 2 y 14, cuyos padres no han asistido a las juntas, las inasistencias registradas son múltiples, frente a casos como el de los alumnos 10 y 17, cuyos padres si han asistido y sus inasistencias son mínimas. Se aprecia la relación inasistencias-promedio académico, como un factor determinante en el desempeño, sin embargo, no es objeto de este trabajo por lo que no se hará hincapié en el mismo.

fig-3

Fig. 3. Relación de inasistencias-promedio académico.

Con esto se confirma la importancia de establecer un vínculo entre los padres y la escuela. La autora recomienda las siguientes estrategias para establecer un vínculo con las familias de los alumnos que permita crear un frente común para la mejora del rendimiento académico estudiantil, las cuales han sido probadas en el Programa de Retención Escolar de la UTAN, campus Tequis:
· Generar un directorio con teléfonos y correos electrónicos de los padres de familia, que podrá ser empleado para notificar, tanto inasistencias como malestares de salud repentinos de los estudiantes.
· Programar reuniones y citas con aquellos padres de los alumnos que presenten bajo rendimiento y determinar compromisos compartidos.
· Mostrar evidencias, a los padres, del proceso educativo de sus hijos a lo largo del periodo escolar.
· Felicitar a los padres, por medio de reconocimientos, por los logros de sus hijos y el apoyo brindado.
· Brindar espacios para que los padres compartan experiencias sobre el apoyo a sus hijos y el trabajo de la escuela.
· Facilitar las visitas de los padres a la Universidad, incluso, si lo desean, a las clases de sus hijos.

CONCLUSIONES
Es importante que cada institución busque la mejor manera de involucrar a los padres de familia y que cada docente encuentre estrategias que le permitan conectar con ella. Por ello, la escuela debe idear en qué momentos, además de los comúnmente planeados, permitirá a los padres su participación, para esto es fundamental pensar en las necesidades y características de cada grupo.

En la medida en que los padres participen en la gestión de la escuela, desarrollarán un sentido más alto de pertenencia, se evitarán malos entendidos y conflictos y, existirá una corresponsabilidad entre familias y docentes.

Establecer un vínculo con la familia, a través de la participación, lleva tiempo, esfuerzo mutuo, es un proceso que requiere apertura, planeación, compromiso, pero sobre todo, voluntad.

BIBLIOGRAFÍA
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Antúnez, S. (1993). Claves para la organización de centros escolares. Barcelona: ICE.

Antúnez, S. (1999). La participación de las familias en la escuela. Transformar nuestra Escuela, 2(4), 7-11.

Comellas, M. J. (2009). Familia y escuela: compartir la educación. España: Editorial GRAÓ.

Hilton, D. y Cunningham, C. (1998). Trabajar con los padres, marcos de colaboración (Educación Especial). México: Siglo XXI Editores.

Jiménez Meraz, M. (2013). El aprendizaje autorregulado generador de alumnos autónomos. Conexxión, 2(5).

Martiña, R. (2003). Escuela y familia: una alianza necesaria. Argentina: Editorial Troquel.

OCDE. (2008). Mejorar las Escuelas, Estrategias para la acción en México.

Parra Velazco, M. L. y García – Sellers, M. J. (2005). Comunicación entre la escuela y la familia. Fortaleciendo las bases para el éxito escolar. México: Editorial Paidós Mexicana.

Pulgar Burgos, J. L. (2005). Evaluación del Aprendizaje en la Educación no Formal. España: Narcea.

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Secretaría de Educación Pública. (2011). Acuerdo Secretarial número 592 por el que se Establece la Articulación de la Educación Básica. México: SEP.

Secretaría de Educación Pública. (2011). Plan de estudios 2001 Educación Básica. México: SEP.

Vila, I. (2006). La participación de los padres y madres en la escuela. Argentina: Editorial Laboratorio Educativo.