<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=186146087706618&amp;noscript=1"> La familia en el siglo XXI. Año 1. Número 1

La familia en el siglo XXI. Año 1. Número 1

8 min de lectura

RESUMEN

Autora: Beatriz Eugenia Lopezlena López

La familia, como formadora y responsable del desarrollo de la sociedad, transmite valores, normas y costumbres que marcan la evolución de las civilizaciones.

Al tener tan importante misión, observar el deterioro social que está conduciendo a su desintegración es el tema del presente artículo y cuya reflexión será necesaria para frenar el camino en descenso en el que, al parecer, se encuentra. En este trabajo se observa el rol de los miembros que integran a la familia, el papel que tiene como socializadora y las crisis que vive, todo desde una perspectiva sistémica.

PALABRAS CLAVE: Familia, sistema, cambio, crisis, roles, cónyuge, patológico, dinámico.

INTRODUCCIÓN

La familia es la columna vertebral de la sociedad, basta con hacer un recorrido histórico desde sus orígenes hasta nuestros días para poder explicar nuestra realidad. Concebida como el motor dinámico que impulsa el desarrollo, pertenece a otros sistemas más grandes, que ejercen poder sobre las relaciones de sus miembros, afectando y modificando la dinámica familiar, por lo que es necesario asumir que este grupo se transforma por sus acciones propias, pero también con su interacción al exterior de la sociedad, de ahí su estado actual.

Este artículo se enfocará en observar diferentes estadios que contribuyen a que el núcleo familiar experimente crisis y cambios significativos. Estos factores abarcan el noviazgo, el matrimonio, el nacimiento de los hijos, la relación de la familia con otros sistemas complejos, su influencia y la manera en que los miembros de la familia intentan resolverlos.

DESARROLLO

A lo largo de la historia, los teóricos que han hablado de la familia como organismo gestor y fundador de grupos humanos más grandes y complejos, han sido muchos. En este trabajo se hará referencia a las contribuciones de algunos, sin que su condición teórica o filosófica guíe el desarrollo del artículo. Un ejemplo de estos acercamientos está en la postura de Lacan (1979) quien proponía que la vida individual del ser humano es impactada por las condiciones que vive al interno de su núcleo familiar, razón por la que la formación de la misma será fundamental para que ese organismo fluya de manera armónica y proyecte al exterior a personas con formaciones sólidas y principios que impacten de modo positivo en la sociedad.

La familia, su formación

Las condiciones en que la familia funciona en la actualidad distan de las de la antigüedad, para muestra, está la historia. Cuando revisamos la forma en que las diversas civilizaciones se conformaron, encontramos que era muy común que los vínculos familiares se mantuvieran cercanos, es decir, la constante refleja matrimonios entre hermanos, padres e hijos o parientes relativamente cercanos; la finalidad era mantener el poder o las condiciones de privilegios de la familia dentro del mismo grupo, sin mezclar a otras familias o hacerlo de forma restringida. Si observamos esto y lo comparamos con lo que ocurre con las familias modernas, notaremos que el salto entre esas familias y las nuestras es verdaderamente abismal.

El cambio se debió a circunstancias diversas, como la proliferación de enfermedades (que hoy sabemos responden a condiciones genéticas) entre ciertos círculos familiares; el desarrollo de la ciencia que permitió conocer que los vínculos de sangre de manera tan cercana, en lugar de procurar una sociedad mejor o más sana, provocaban condiciones patológicas con pocas posibilidades de resolverse; la pérdida de los enormes patrimonios familiares, que orillaron a ciertas familias a acercarse a otras y de esta forma subsistir, aunque ello implicará “la mezcla de la sangre”; o el surgimiento del matrimonio y su consolidación como contrato social en pro de constituir un núcleo sólido en la sociedad.

Estos factores de cambio, entre otros, han hecho que el sistema familiar no permanezca inmóvil sino lo contrario, ya que está en constante dinamismo y transformación.

El noviazgo y el matrimonio

Como se indicó en la introducción, las crisis de la familia se gestan en diferentes momentos, el noviazgo y el matrimonio son dos de ellos. El noviazgo como el primer escalón en busca de consolidación de un vínculo familiar resulta de vital importancia, pues unirá a dos personas que comparten condiciones de vida, gustos, perspectivas y planes que pueden resultar en un lazo que los lleve al matrimonio. Y es fundamental que este enlace se realice con la plena consciencia de quererlo hacer, pero también como la posible antesala a un vínculo más sólido y de alcance más largo. De ahí que cuando durante el noviazgo no se conforman buenas parejas, los matrimonios y las familias que derivan de ellas no son armónicos y generan las crisis a las que referimos en un principio.

El matrimonio, por su parte, es el resultado del vínculo amoroso pero también del contrato social entre dos personas que comparten una visión acerca de su futuro. Los matrimonios suelen reunir dos formas de ver la vida, a veces con posibilidades de cambiar, pero a veces sin esto. Un ejemplo son las formas patriarcales de ver la vida familiar, en que el padre es quien trabaja y ordena, la madre es quien cuida a los hijos y mantiene en orden la casa, y los hijos son quienes obedecen. Es común ver por generaciones enteras, que estas condiciones no cambian, de ahí que los jóvenes actuales, frente a un sistema externo relajado, puedan enfrentar crisis de incomprensión por la implacable relación familiar que no les permite flexibilidad alguna.

Es precisamente por este tipo de cambios estructurales, de roles asumidos y la idealización del matrimonio, que se generan crisis por las que atraviesa la familia, los ideales matrimoniales tienen su origen en usos y costumbres anquilosados que se mantienen vigentes. Incluso la idea moderna del “vivieron felices para siempre” permea de manera negativa los ideales familiares, ya que no se contempla que un matrimonio puede “no ser para siempre”, y por lo tanto se ajusta la realidad a procesos ficcionados que no tienen más que bases en la literatura o el cine, por ejemplo.

La sociedad y la familia

Otro de los elementos que puede provocar una crisis familiar se debe a las condiciones externas que afectan el núcleo. El cambio de vida en condiciones cada vez más “citadinas”, en contextos que modifican las dinámicas humanas, tráfico, gente por todos lados, interacción con círculos sociales, económicos y culturales diversos, son verdaderos problemas que impactan las dinámicas familiares internas.

Si consideramos que un niño ya no puede jugar seguro en la calle, tiene que vivir en condiciones de espacio restringido, usa como medio de entretenimiento a los medios de comunicación y es cada vez más sedentario, observamos que ese niño es más dependiente de otros y sus dinámicas, que cuando los niños de generaciones pasadas mantenían formas de vida radicalmente diferentes y probablemente más armoniosas.

La dinámica al interior del grupo nuclear cambió desde la época industrial ya que, el cuidado de los hijos se desprende del núcleo familiar, para delegarse a otros, por ejemplo los maestros. Incluso Alvin Toffler (1980) advertía este cambio al indicar que los patriarcas originales educaban a sus hijos, pero frente a las necesidades de manutención, deben salir a trabajar todo el día, y por lo tanto delegan en la madre el cuidado de los hijos sólo después de que ellos vuelven de la escuela. El cambio sin duda es radical, por lo que la familia requiere adaptarse a estas nuevas condiciones y aprender a manejar los mecanismos que le permitan sobrellevar las crisis internas.

Todos estos cambios han propiciado nuevas dinámicas entre los integrantes de la familia, ahora, incluso la madre debe dejar el hogar para trabajar y contribuir con su salario en la sobrevivencia familiar. Esto también está provocando sociedades y familias materialistas en las cuales las posesiones adquieren un enorme significado, dejando a un lado los valores primordiales de la familia, como el cuidado, la protección y el impulso al desarrollo entre sus miembros.

Por otro lado, la falta de solidez en los valores, la desestructuración de la religión, los matrimonios que terminan cada vez más rápido por factores como la infidelidad o incompatibilidad, además de la importancia social escasa que se le da a las uniones conyugales, provocan que la familia se encuentre en una condición cada vez más frágil y en verdadero peligro de futuro.

Otro teórico que alertaba desde principios del siglo XX acerca de las cambiantes condiciones familiares es Bertrand Russell (1930), quien al evaluar el papel de la madre de familia observaba como las nuevas dinámicas sociales afectaban la visión original de la mujer para mantenerse en casa al cuidado de los hijos. Esto se debió originalmente a que durante la guerra, la mujer necesitaba mantener su casa, en la actualidad esto ha cambiado, ahora son las condiciones económicas delicadas, las que mantienen a las mujeres fuera del hogar. Pero esto también transforma su manera de ver a la familia, al matrimonio e incluso a los hijos, por eso es cada vez más frecuente que algunas familias decidan “no tener hijos” por convicción, sin importar que su legado social se detenga, estas actitudes eran impensables hace 50 años.

Otro de los aspectos importantes para la formación de las familias en crisis es la idea que se tiene sobre la pareja. Antes como una suerte de “ser virtuoso” al que se le concede todo y se le hace feliz, sin importar si estas condiciones son recíprocas. Desafortunadamente, esta situación parece mantenerse, aún ahora, las parejas jóvenes pierden individualidad, respeto y dignidad por complacer y “no perder” al otro y esto no contribuye a construir lazos sanos entre dos personas que conformarán una familia.

Las dificultades para establecer límites con las familias de origen son otra causa por la cual los sistemas entran en conflicto, por lo general se deben a la falta de seguridad que experimentan las personas y que propician malas dinámicas en los matrimonios y también con respecto de los hijos. Y de estos últimos derivan otras fuentes de conflicto, ya que ellos requieren tiempo, atención, cuidados, amor y ejemplo, pero las nuevas dinámicas familiares limitan estas condiciones, pues los padres trabajan todo el día para satisfacer necesidades materiales, olvidándose de las afectivas y cualitativas.

El caso contrario ocurre cuando en una familia el ambiente donde se desarrollan sus miembros se caracteriza por la agresión, el autoritarismo y la comunicación unidireccional, ya que en estas circunstancias los niños se formarán con frustraciones y con ausencia de los valores básicos que tarde o temprano reflejarán en su vida adulta y en la sociedad. Se debe recordar que un niño valorado en su casa exigirá ser valorado en la sociedad, pero también brindará eso mismo en sus entornos de participación, si olvidamos esto, olvidamos la principal semilla que nutre a la civilización.

Por su parte Tonucci (1980), en sus representaciones gráficas, expone la pérdida de creatividad que viven los niños actuales. La falta de aventura para investigar, equivocarse y aprender con la que viven, todo esto frente a las constantes amenazas y límites paradójicos que los niños sufren frente a la mancuerna familia-sociedad. En la actualidad “se compra” el afecto de los niños, se les allega de cuanta tecnología soliciten y en cambio se les limita en su posibilidad de crear, de acercarse al arte y ser libres.

El conflicto generacional

La familia es irremplazable, pero parece que no tenemos consciencia de ello. El cambio generacional ha puesto al descubierto esta situación que empeora con el paso del tiempo y los cambios sociales tan extremos. Los conflictos en las creencias y la aparente necesidad de modificar las condiciones de vida, han orillado a los miembros más jóvenes a reaccionar contra los valores y las normas pasadas, remplazándolas por otras que no son ni sólidas ni sustentadas en mejoras sociales sino sólo individuales.

Si bien es cierto que algunos autores indican que somos una de las últimas generaciones de regañados por nuestros padres y la primera de maltratados por nuestros hijos, se debe a que al interior de los núcleos familiares se ha perdido el esquema de valores, ha desaparecido el orden jerárquico de quienes llevan la tutela (padres), dándole el manejo total de la vida a los hijos. Anteriormente, la adolescencia se iniciaba a los 12 años y culminaba a los 16, ya que se tenía que trabajar o en casos extremos se formaba una nueva familia, actualmente eso ha cambiado, la adolescencia inicia a los 12 y culmina a los 35, en una dependencia total a los padres, con ello quiero recalcar que la dinámica de la familia se ha transformado socialmente, requiriendo, por lo tanto, de estrategias para solventar las necesidades de cada una de las familias que acuden a tratamiento psicológico.

CONCLUSIONES

La Psicología moderna confirma lo que todos los pueblos saben desde tiempos inmemorables, que el ser humano necesita ampararse, cobijarse en el otro para aceptar la vida dándole sentido en el amor al prójimo y la familia. El amparo al que me refiero se encuentra en la familia, no hay institución, grupo o equipo que pueda brindar lo que ella ofrece, valorando y apreciando sin restricciones de ninguna índole a cada uno de sus miembros. En las familias no debe importar si sus miembros son jóvenes o ancianos, sanos o enfermos, útiles o inútiles, con estudios o sin ellos, siempre deben ser vistos como nuestros hijos, hermanos, padres, unidos todos por un lazo indisoluble: la sangre.

La familia es quien debe promover el respeto como una actitud esencial, la gratitud por lo que se tiene y de lo que hay de bueno en nuestra vida; la paciencia y la tolerancia frente a los problemas y obstáculos, el perdón y el arrepentimiento; la consciencia de los errores cometidos por nosotros, y finalmente amor y esperanza como fuente básica que da sentido a la unión con nuestros semejantes.

BIBLIOGRAFÍA

Lacan, J. (1979). El estadio del espejo. Buenos Aires: Herder.

Lukas, E. (2010). La felicidad en la familia. México: San Pablo.

Russell, B. (1930). La conquista de la felicidad. México: Debolsillo.

Toffler, A. (1980). La tercera ola. México: Pax.

Tonucci, F. (1980). Dibujos críticos. Recuperado de https://n-1.cc/file/dowload/1235404

Zavala, L. (2001). La verdad sobre la verdad. México: UAM.