La educación como una necesidad social. Año 3. Número 9
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Autora: Lorena Quintana Villavicencio.
RESUMEN
Este artículo es una reflexión filosófica de cómo la educación no tiene únicamente como fines la contribución laboral y económica de nuestro país, sino que es una necesidad social, ya que el ser humano necesita “ser educado” para vivir en sociedad, conocer lo que le acontece, adquirir los valores indispensables y tener una participación activa y responsable en la vida democrática.
Por tanto, la escuela es el mejor espacio para que el individuo aprenda valores, el sentido crítico y la responsabilidad para ser un “buen ciudadano” y forjar una sociedad mejor.
PALABRAS CLAVE: Educación, ser humano, ciudadanía, sociedad, valores.
La escuela es una pieza clave en la manera en cómo nos iniciamos en la vida ciudadana
Martínez Martín.
INTRODUCCIÓN
A la educación se le atribuyen varios fines u objetivos determinados desde la normatividad tanto jurídica como pública, así como las contribuciones hechas por diversos estudiosos de la educación, sin embargo, tienden a ser reduccionistas pues se enfocan en mayor medida en la parte laboral y económica que tiene el contar con una profesión, cuando la educación forma parte del mismo individuo y por tanto, los beneficios son tan vastos como el ser humano mismo.
Se requieren de instituciones educativas enfocadas en la formación ciudadana, no sólo en la formación de conocimientos, habilidades o competencias; que desarrollen individuos educados, ciudadanos críticos, responsables, tomadores de decisiones, que deseen contribuir en la solución de problemas que acontecen en el país, que eligen mejor a sus gobernantes y exigen sus derechos; y que tengan como consecuencia una mejor calidad de vida para sí y su sociedad. Repercute en incrementar su gama de valores como ejes fundamentales para lograr una vida democrática, una participación activa y una sociedad inclusiva.
DESARROLLO
Humanizar desde la educación y para la sociedad
Gervilla (1998) menciona: “Nacemos humanos, pero no humanizados; sociables, pero no sociales; hechos, pero no formados. En definitiva, nacemos persona, pero aprendemos a ser humanos. Esta es la función social que desempeñan los valores y la educación”. Por ello necesitamos de la educación para poder vivir en sociedad, formar parte y convivir con los demás, con nuestro sistema y aprender a ser humanos, un ser que piensa, siente, valora, actúa y contribuye con propósitos o motivos para conseguir lo que desea y/o necesita, pero sin dejar de lado en dónde está inmerso, en la sociedad. Tal como lo refiere Martín Gordillo (2006) “educar para humanizar”. Al ser humano lo define con cuatro finalidades sustantivas: conocer, manejar, valorar y participar en la sociedad.
Y cabe la pregunta, ¿es necesaria la educación? Cuando necesario es lo que no puede no ser de otro modo, y lo que, por consiguiente, existe solamente de un modo; aquello cuya no existencia implicaría contradicción; tiene que ver con “lo útil” (Ferrater, 1994). Entonces, sí es necesaria la educación porque no puede haber otro modo para humanizar al hombre, porque el hombre es educación y educación no viene como un concepto externo sino que forma parte del individuo mismo, pues es ontocreador, productor de sí mismo y de un entorno para sí; es capaz de construir su mundo, darle un sentido, introyectarlo y formar parte de él.
De la Torre (1999) establece que la educación es un proceso en donde se construye lo humano, una forma de conexión con la vida social y con la naturaleza que no tenía antes; pero sobre todo es un proceso dotado de un sentido y orientado a metas u objetivos, propios del contexto histórico-social en el que tiene lugar. Por tanto, no es posible separar estos dos componentes: educación y sociedad, cuando van de la mano uno con el otro y se van retroalimentando y edificando a la par, pues siempre que hablamos de educación debemos hacer mención de la sociedad porque forma parte del mismo sistema, de las políticas que la rigen, del beneficio final, de lo que la hace ser y rige las pautas de su dirección; y a la inversa.
Por otro lado: ¿para qué educamos? Aquí resulta importante hacer mención de los fines de la educación desde el punto de vista de nuestra normatividad, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (fracción V del Art. 3°) afirma que la educación es necesaria para el desarrollo de la nación; las fracciones II y III del Artículo 8° de la Ley de Educación del Estado de Aguascalientes (2010) menciona que la educación que se imparta dentro del Estado tendrá como fines: promover valores éticos y fomentar la conciencia de la nacionalidad; dejando ver de manera muy superficial la importancia del respeto y el deber de la nacionalidad y la adquisición de los valores.
El último párrafo del Artículo 24 de la Ley de Educación del Estado de Aguascalientes (2010) establece la importancia de la educación como servicio público prioritario, además de que la refiere como “un bien social” en donde es necesaria la participación de la familia, la sociedad y el gobierno. Resaltando el papel que tiene la sociedad en el proceso educativo, como ente participador, pero también como beneficiario de dicho proceso pues dice: es un “bien social”.
Sin embargo, en el Artículo 81 de la Ley de Educación del Estado de Aguascalientes (2010) se establece que “la educación superior debe constituirse como una aportación efectiva al desarrollo social, cultural y económico de la Entidad”; en el marco de las orientaciones educativas que establece esta Ley y los demás ordenamientos aplicables, la educación debe abonar al desarrollo social y por tanto, económico del país, ese es uno de los fines más claros y de mayor valía para los “Estados y/o Gobierno” y, en ocasiones, el único en el que se enfocan cuando desarrollan los programas educativos y el perfil de egreso de las instituciones, pues ¿cuál es la mayor garantía y retribución que tiene la educación? Es esperable que la económica, aunque no necesariamente la única a nivel social.
Algunos otros beneficios o retribuciones que es necesario resaltar de la educación a nivel social son: formar ciudadanos críticos y autocríticos, con responsabilidad social y respeto hacia la ciudadanía; incremento de los valores y virtudes que hagan personas dignas, respetuosas y prudentes; que deseen y enfoquen sus esfuerzos en mejorar la calidad de su propia vida, la de los demás, y de la ciudadanía en general.
Ahora, ¿qué es un bien social o bien común? Hay un bien de la persona y un bien de la sociedad, que si bien no coinciden, sí se relacionan mutuamente. La persona busca su bien personal, pero lo busca en la sociedad porque no puede ser de otro modo. A su vez, la sociedad tiene su propio bien, que es común y el mismo de todos sus miembros; es decir, no de algunos de ellos o de la mayoría sino de todos en su conjunto por ser parte de la sociedad (Argandoña, 2011).
Por otro lado, el ser humano necesita de la educación como parte y en respuesta de la propia vida, la cual es cambiante por lo que la educación debe ir a la par de los cambios sociales para ir desarrollando las capacidades que se requieren para vivir. La educación busca la conexión entre el individuo y el medio ambiente (o la sociedad) con la finalidad de desarrollar la construcción de relaciones como factor de humanización, tal como lo describe Torres: “La educación resulta ser una necesidad vital, en la que el hombre se va conociendo no sólo como un ser de construcciones -de lenguaje, de relaciones, de contenidos conceptuales- sino como un ser con humanidad” (Torres, 2012).
Lo anterior toma relevancia según Torres (2012) porque es en el individuo mismo: su pensamiento, valores, costumbres, esencia, aprendizajes, donde se forman y mejoran las sociedades, donde puede crear y construir un mundo mejor para sí mismo y para los demás.
Es de suponer que la educación contribuye a la adquisición de valores, tal como lo dice Martínez Martín (2011) que aprender a vivir en sociedad y ser ciudadano nos lleva a valorar aspectos fundamentales como son: la familia, la cultura, las costumbres, la ideología de nuestro país; mismos que introyectados, podemos transferirlos a otros, ya que estas “necesidades formativas” son difíciles de aprender de manera informal, para ello se requiere de sociedades responsables e instituciones educativas. Si bien es cierto que los valores se cimientan en el entorno familiar, la educación tiene un papel indispensable para que estos se germinen y adopten de manera consciente y responsable, y puedan reflejarse y llevarse a la práctica con toda convicción de que se poseen.
Entonces, tanto la educación como la sociedad llevan al individuo a consolidar los valores, o bien se podría deducir que participan mutuamente y a beneficio de ambas; por lo que una sociedad inclusiva y equitativa forma en el ser humano un criterio propio, donde se valora el esfuerzo, se busca la superación personal, se respeta la diversidad y se es capaz de tomar decisiones con responsabilidad (Martínez Martín, 2011). Un ejemplo es que sabemos que vivimos en una sociedad donde existe la diversidad, y este factor es símbolo de enfrentamientos, pero si somos “seres educados” sabremos convivir con esas diferencias sin contribuir en la discriminación, poca tolerancia al otro, en la falta de respeto y en la violencia. Más aún, el hombre educado sabrá utilizar esas diferencias como elementos de crecimiento y progreso a su favor y a favor de la humanidad.
Por lo tanto, son factores indispensables: las instituciones educativas, el sistema y el personal que lo componen (maestros y personal directivo, principalmente) en la iniciación y concepción de la sociedad. Martínez Martín dice: “La escuela es un buen espacio para aprender a vivir en comunidad, disfrutando de sus derechos y compartiendo sus deberes, para ser reconocido como persona y [par]a reconocer a otros como tales, para aceptar normas y participar en su transformación y mejora” (Martínez Martín, 2011).
La escuela le da la pauta de cómo dirigirse dentro de esa sociedad de la que forma parte; si bien no es determinante, sí logra direccionar el rumbo de un “hombre educado”.
Entiéndase “ser educado” a aquel que refiere Peters (1977) como “ese alguien que no sólo se dedica a alguna actividad particular, sino que además es capaz de realizarla, por lo que es ella misma, a diferencia de cultivarla por algo a lo que podría llevar o por lo que permitiría lograr. Ser educado no es haber llegado a su destino, es viajar con una manera de ver el mundo y la vida. Trabajar con precisión, pasión y gusto en lo valioso que esté a nuestro alcance”.
Es claro que la educación no puede combatir sola a una sociedad violenta y destructiva pero sí puede contribuir a denunciar los actos de destrucción, inclusive corregir o mejorar el estilo de vida de la humanidad, ¿cómo? Formando ciudadanos democráticos. Martínez Martín (2011) menciona que “la democracia es el mejor aliado, y que son necesarios los actos de denuncia y solidaridad, pero sobre todo es necesario formar una sociedad democrática que promueva gobiernos capaces de desarrollar políticas públicas a favor de la justicia, la equidad y la convivencia intercultural”. Y que la escuela es necesaria para lograrlo, pero una escuela que forme para la participación activa con beneficios en la comunidad y a su vez un espacio en donde se trabaje con criterios para una sociedad organizada, justa, tolerante y equitativa en donde se vivan los valores que vale la pena afianzar.
Resulta necesario que el individuo posea “valores sólidos, aquellos que le permitan desarrollar una actitud crítica ante el mundo, tomar conciencia del mismo, interesarse por comprender sus dinámicas y problemas, compartir el sentir por los demás y actuar en consecuencia con criterios de justicia y solidaridad en su transformación” (Martínez Martín, 2011). Es decir, querer un entorno sano y de oportunidades, un mundo mejor, por lo que se necesita de la educación y de la formación más que de la mera reflexión de su sociedad, en donde el individuo como ser social esté en ambientes de aprendizaje formal direccionados a la adquisición de esos valores.
Un factor que viene a abonar en este sentido es que el hombre no sólo reclame derechos sino que también asuma las responsabilidades que le tocan y fundamentalmente participar de manera directa en todos los aspectos de la vida social, política, cultural, económica, etcétera. La participación social vista como el compromiso y la inclusión o implicación cotidiana de los asuntos sociales y políticos que acontecen en el país y el mundo. Tomar parte es implicarse cotidiana y permanentemente en elegir un criterio, saber negociar, cooperar y decidir de forma colectiva en la vida democrática; llámese en nuestra comunidad, en nuestra ciudad, en nuestra profesión, en la política, etcétera, con la finalidad de involucrarse en los problemas que le aquejan a su sociedad y participar en las decisiones que le afectan como miembro de esa comunidad, contribuyendo en su bienestar y en buscar un mundo mejor (Martín Gordillo, 2006).
La educación le otorga al individuo autonomía mediante la concientización y la participación de poder imaginar y transformar el mundo, generando esperanzas hacia un futuro mejor, con mayores oportunidades de vida, contemplando el acceso a un empleo bien remunerado o acorde a la profesión que se desempeña. La participación social es una herramienta que combate el conformismo, la apatía y el silencio.
En este tenor, es importante que la persona tenga sentido de pertenencia a su comunidad para que sea capaz de priorizar sus acciones en función de criterios de justicia y de amor a la patria porque al saberse “parte fundamental de algo” en donde su participación y acción lleva a algo bueno; hace que desee mejorar su estilo de vida y por consecuencia la de los demás.
Gracias a la educación se transforma el mero vivir en cierta calidad de vida. Pues su comprensión y sensibilización de la realidad y la manera de vivir no se limita a lo que el ciudadano ve y entiende sino que amplía su panorama de posibilidades y crea alternativas de vida mediante la participación social y contribución laboral a beneficio de él y su entorno. En la medida en que se encuentre satisfecho como persona, se enfocará en mejorar su calidad de vida y la de los demás.
Si nos formuláramos la pregunta: ¿qué le hace falta al hombre que pueda suplirle la educación?, diría que la socialización porque ésta no es algo innato o genético del individuo, la socialización es un aprendizaje; se nace totalmente individualista y “egoísta” pero se aprende a respetar, a comprender y a ayudar a los demás y a formar parte de una sociedad que posteriormente deberá tener un papel activo, participativo, autónomo y responsable en donde aporte en el ámbito económico, social y cultural del país.
Obviamente, tal como lo establece la normatividad, la educación tiene como fin el desarrollo económico, no como fin único, sin embargo, una formación universitaria no puede reducirse a una formación para el mercado laboral, pues el mercado actual no sólo busca profesionistas preparados y especializados en una rama del conocimiento, sino que busca otras cualidades y habilidades sociales adecuadas al entorno, como son un ciudadano activo y participativo en la vida democrática, con valores sólidos, que tenga como propósito perseguir una sociedad inclusiva, justa y digna para todos.
Por lo anterior, la escuela tiene el papel más importante en este engranaje de “hombre educado” que necesita de la educación y formación ciudadana para poder estar inmerso en ella y conseguir “estar humanizado”. La escuela es una institución social, es por eso que debe estar en concordancia con la vida real, para que el estudiante se inserte en ella sin dificultad. Martínez Martín (2006) refiere que la formación ciudadana y cívica de los estudiantes es una necesidad social en la que se debe trabajar en las universidades como finalidad educativa y que está en conjunto con otras que hacen que una institución sea de calidad.
Las instituciones deben convertir al egresado en un buen ciudadano y una buena persona, ética y moralmente; pero dado que no es una tarea fácil de alcanzar, se requiere de una institución congruente con su actuar, rígida en el cumplimiento de sus políticas de búsqueda de la verdad y del compromiso constante de perseguir en sus alumnos no sólo la transmisión de valores, sino que los vivan y practiquen día a día en las aulas y en la convivencia con el alumnado y los profesores. Asimismo es necesaria la formación de los docentes en este tenor.
La educación debe ir direccionada a la formación de seres integrales en sus tres dimensiones: su ser -capacidad de valorar y estimarse a sí mismo y a todo lo que le rodea-, en su saber –actitud de investigación, sentido crítico y deseo de contribuir a la construcción de su sociedad- y en su saber hacer – la capacidad de buscar e innovar en la adquisición de recursos que aporten al mejoramiento de sus condiciones de vida-. Lo que viene a afirmar la necesidad de educar en valores, actitudes, participación y contribución social, y capacidades que lleven al individuo en la búsqueda de una vida mejor (Torres, 2012).
CONCLUSIONES
Es probable que este artículo sea una reflexión idealista de cómo la educación podría contribuir en la vida de las personas y de la sociedad en su conjunto, como ente que piensa, siente, conoce, valora y participa en la vida democrática, sin embargo, es de reconocerse que no hay texto o teoría que hablen de educación sin tocar el tema de la sociedad (con excepción de la teoría naturalista), por lo que es posible y necesaria la contemplación de la dirección y fines que persigue la educación en nuestros tiempos.
El interés por parte de las instituciones educativas para la formación ciudadana es escaso, pues su enfoque primordial en educación sigue siendo la enseñanza de conocimientos teóricos. Sin embargo, el espacio universitario cumple con todos los elementos para que el individuo viva y se forme en sociedad y para la ciudadanía. Las escuelas se podrían convertir en un lugar para aprender la vida democrática, ya que la democracia requiere de una ciudadanía crítica, participativa e informada, es decir, una ciudadanía activa.
Se requiere de una ciudadanía que procure la transformación de la sociedad en una sociedad más justa y equitativa, aunque sabemos que esta tarea no es fácil, resulta viable modificar la propia vida adoptando una actitud responsable, de satisfacción y disfrute de las actividades que se realizan, que sirva de ejemplo y de efecto multiplicador en la sociedad.
Es completamente cierto que “el ciudadano no nace, sino que se hace” y para ello no sólo se requiere de la escuela, se necesita de los padres y de la sociedad para educar al niño mediante la inculcación de valores fundamentales para vivir en sociedad y en una ciudadanía que busque la autonomía desde la parte laboral con sus iguales (porque somos seres sociales que viven en comunidad); es decir, una ciudadanía capaz de referir lo mejor como medios y como fin.
La educación debe ser vista como una necesidad social porque la sociedad lo requiere con urgencia, en donde el ser humano se comprometa cotidianamente con su mejora. Se necesita un ser humano integral que no sólo contribuya al desarrollo económico del país como especialista de una profesión, tal y como lo establecen nuestras normas, sino que tenga un criterio amplio para opinar y decidir, que se responsabilice de sus acciones y que participe de manera activa en la vida democrática de nuestro país.
BIBLIOGRAFÍA
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