<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=186146087706618&amp;noscript=1"> La dirección escolar, su concepción en México. Edición Especial No. 2

La dirección escolar, su concepción en México. Edición Especial No. 2

16 min de lectura

Autor: José Guadalupe Camarillo Gómez.

RESUMEN

En el contexto actual del Sistema Educativo mexicano, es ampliamente aceptado que la calidad de la enseñanza está circunscrita, entre otros aspectos, a las formas de dirección que se desarrollan dentro de las instituciones educativas.

Algunos investigadores como Gairín (1993) y Antúnez (2000), entre otros, y las evidencias del funcionamiento de las escuelas, indican constantemente que la función directiva constituye un elemento importante y determinante, tanto para hacer posible el buen funcionamiento, como para interferir en él y en los procesos de mejora de las instituciones escolares.

El análisis histórico del desarrollo del Sistema Educativo, donde se otorga a la dirección escolar un papel de control y administración, se remite al Congreso Higiénico de 1882 propuesto por Justo Sierra y hasta la década de 1990 del siglo pasado, cuando la exigencia de evolución de la función directiva empieza a ser orientada a otros ámbitos más amplios de la organización del plantel educativo (Valencia, 2011).

PALABRAS CLAVE: Gestión escolar, función directiva, formación profesional.

INTRODUCCIÓN
Toda la dinámica de operación del Sistema Educativo recae en la célula que es la escuela pública, en ella se materializan los éxitos y los fracasos de las políticas propuestas. Y es en el director en quien descansa gran parte de la responsabilidad del éxito de las propuestas de mejora; pues la parte final del proceso de todo programa se debe ver reflejado en el accionar de la escuela y en el beneficio de sus alumnos.

La preocupación por contar en México con directores profesionales que dinamizarán estos procesos, está presente desde los años 1995 y 1997, cuando se empezó a hablar de la gestión escolar y la importancia de la función directiva, quizá se podría decir que uno de los primeros planteamientos formales fue el de Schmelkes (1996) en su libro “Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas”.

En esa obra se plasma parte de la realidad y cotidianeidad de la labor organizativa de las escuelas mexicanas y el papel determinante que tiene el director del plantel en este proceso, el cual para entonces no se tenía del todo claro y definido, pues algunas de las preguntas más constantes que surgían eran: ¿cómo funcionan las escuelas mexicanas?, ¿qué factores y qué características predominan en su accionar?, ¿cómo utiliza el tiempo la escuela?

La realidad era contundente, en ese momento no se contaba con elementos teóricos suficientes que establecieran los estándares de comportamiento organizacional de los planteles de educación básica, y menos aún, lo concerniente a indicadores que orientaran esa práctica organizativa implementada por el director.

DESARROLLO
La Secretaria de Educación Pública (SEP), en su afán de iniciar los procesos de mejora en estos aspectos de la organización y funcionamiento de los planteles, propone y pone en marcha diversos programas, uno de ellos fue la investigación: “La gestión escolar en la escuela primaria”, que da inicio en febrero de 1997 con un pilotaje en cuatro entidades de la República Mexicana. Algunos de los principales hallazgos obtenidos con la aplicación de esta investigación fueron:

  • La falta de claridad en la misión y la visión que debe tener la escuela primaria.
  • La indefinición de las funciones específicas y el perfil de desempeño del director del plantel.
  • La confusión en las funciones y propósitos del trabajo colegiado de los docentes al interior del consejo técnico consultivo de la escuela.
  • Ausencia y/o desconocimiento de la planeación estratégica en la organización y funcionamiento del plantel.
  • El uso inadecuado del tiempo en la escuela, en el desarrollo de acciones sin vinculación con el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Con el propósito de transformar esa realidad dentro de las escuelas, en este proyecto se aplicaron algunas estrategias de innovación (aunque a manera de pilotaje, ya que su cobertura se limitaba a un reducido número de escuelas en cada una de las entidades participantes), una de ellas fue la elaboración de un “Plan Estratégico de Transformación”, pensado justamente para que los colectivos de docentes encontraran una congruencia lógica entre las acciones y actividades programadas y la resolución de las problemáticas sentidas dentro de su institución.

Posteriormente, la SEP durante la administración sexenal de 2000 a 2006 pone en marcha el Programa Escuelas de Calidad (PEC), que tenía como objetivo fundamental lograr la autogestión y autorregulación operativa de los planteles, mediante la implementación de un Plan Estratégico de Trasformación Escolar (PETE) y un Plan Anual de Trabajo (PAT).

El Programa Escuelas de Calidad (PEC) toma como sustento para su operación, todos los elementos encontrados por el Proyecto “La Gestión Escolar en la Escuela Primaria” en cuanto a la organización y funcionamiento de las escuelas y la función directiva y supervisora, añadiendo el factor del apoyo económico a las instituciones educativas; mediante el otorgamiento de estos recursos para subsanar necesidades de carácter material y que tuvieran un impacto directo en la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Después de doce años de la aplicación del PEC, el tema fundamental ha sido la gestión escolar, surgiendo esta pregunta: ¿cuáles han sido los ámbitos escolares en los que realmente se ha impactado o se ha intentado impactar para lograr la mejora del servicio y los resultados de los aprendizajes de los alumnos?

Lo primero fue lograr determinar los estándares de valoración que permitieran identificar los factores clave para llegar a contar con una escuela exitosa, el fundamento teórico con el que se contaba, remitía a un estudio denominado “Características clave de las escuelas efectivas” (Mortimore y otros, 1999). Este estudio marcó el hilo conductor que permitiría establecer una línea de estándares que dibujaría el posible perfil que deberían alcanzar las escuelas en México, refiriéndose a su organización y funcionamiento.

En uno de sus apartados, este estudio señala que un elemento fundamental con el que debe contar una escuela exitosa es un líder eficaz, una persona que sepa marcar el rumbo de la institución mostrando claridad en los objetivos propuestos.

Una más de las líneas teóricas seguidas en la construcción de la gestión en México fue la señalada por Fullan y Hargreaves (2000) en su obra denominada “La escuela que queremos”, donde mediante a su aportación revela la importancia de que las escuelas emprendan un proceso de autoconstrucción del conocimiento organizativo, mediante el registro de sus propias experiencias, que vayan más allá de la narración anecdótica, pasando a ser estas experiencias parte integral de un diagnóstico situacional que le dé elementos al colectivo de docentes y al equipo directivo para tomar decisiones respecto a su programación de actividades orientadas a la mejora permanente. Delegando la responsabilidad compartida en un equipo directivo y no sólo en una persona: “Cuando la responsabilidad se asigna solamente a los líderes formales, eso los abruma, y trae por resultado soluciones incorrectas y, a menudo, artificiales. Un sistema semejante tampoco logra preparar a los docentes más jóvenes para los futuros roles de liderazgo” (Fullan, 2000).

Otro de los ámbitos de relevancia para el logro de la calidad dentro del nuevo contexto de la gestión, es lo referido a la interacción de la escuela con la comunidad y los padres de familia en cuanto a la importancia de su participación en los procesos de mejora de los aprendizajes de sus hijos. Desarrollar una cultura de gestión dinámica y participativa con los miembros de la comunidad, orientada a dar apoyo al conglomerado educativo del plantel, es su propósito para lograr una educación de calidad en beneficio de todos sus miembros.

Como se ha visto hasta este punto de los antecedentes históricos inmediatos de la gestión escolar en México, se ha hablado casi de todo, e incluso se ha tratado de dar importancia a la función que desempeña el director de la escuela o del Supervisor de la Zona Escolar como pieza clave del éxito o fracaso de la gestión dentro de la institución educativa.

En ese mismo sentido se plasma en el documento denominado “Rasgos de la nueva escuela pública” de la Subsecretaría de Educación Básica presentado en el año 2000, donde dentro de los siete aspectos fundamentales que se plantean como una visión de futuro, se contempla que la nueva escuela pública para que funcione como una unidad educativa y no sólo como unidad administrativa debe existir una nueva función directiva, transitar de la administración escolar a la dirección educativa.

Sin embargo, mucho de esto ha quedado sólo en la fase discursiva según lo demuestran los resultados educativos que se han obtenido en la última década, y por ello surgen algunas interrogantes al respecto:

· ¿Se ha preparado profesionalmente a los directivos escolares para asumir el rol de líder académico y promotor de las políticas públicas para la calidad que se les han asignado en esta dinámica de la nueva gestión escolar?

· ¿Existen las alternativas de formación y capacitación profesional específicas que orienten al director para realizar propuestas que promuevan la calidad en su escuela?

Desafortunadamente, la preparación y formación de directivos escolares se ha tomado en México, como quien prepara a alguien para desarrollar una actividad simplemente de relleno o complementaria. Pareciera ser que en la práctica cotidiana del Sistema Educativo mexicano, la importancia de la función directiva pedagógica mencionada en el discurso se diluye en su totalidad ante el embate de lo administrativo, y que ese reclamo y necesidad de preparar amplia y profesionalmente a los directores, se satisface con dar una serie de cursos “con valor curricular” improvisados, que la mayoría de la veces no alcanzan los objetivos esperados.

En este mismo orden de ideas, Antúnez (2000) señala: “(…) no parece posible que se planifique, se proyecte o se desarrolle nada relevante o innovador en nuestros centros cuando en sus direcciones predomina la provisionalidad, la renuncia y la incertidumbre”. También comenta que: “¿cómo pueden asumir de buen grado estas tareas las personas que ocupan el cargo a la fuerza (en México podríamos decir que por necesidad) a menudo sin ninguna formación específica, ni siquiera la voluntad de adquirirla?”.

Este mismo autor en el documento “Organización escolar y acción directiva” (2004) en el apartado: “La dirección escolar: justificación, naturaleza y características” apunta las cuatro fuentes de poder de donde puede provenir la capacidad para dirigir:

· El poder de la posición.

· El poder personal.

· El poder del experto.

· El poder de la oportunidad.

Y centra su atención en el tercer poder, el cual dada su relevancia para este tema se explicará en el apartado correspondiente al sustento teórico.

No se puede seguir pretendiendo el logro de la calidad y la equidad educativa, sabiendo que se cuenta en las direcciones de los planteles, con un personal que no tiene los conocimientos básicos que le permitan desempeñar con eficiencia y eficacia su trabajo.

Recontextualizando la problemática del desempeño de la función directiva en México, se pueden notar formas incorrectas de acceso a la función o quizás, a los efectos de una mala dirección en los rendimientos académicos, lo que permite concluir que resultará inútil o poco provechosa la búsqueda de la mejora de la calidad mientras en las escuelas no se cuente con un elemento capaz de asumir este compromiso, no sólo con el impulso de “echarle ganas” o ser “muy trabajador” sino con el apoyo que da el conocimiento específico para su desempeño como tal.

Es necesario centrar la atención en el desarrollo académico y profesional de la función de los directores, para poder desarrollar en ellos ese poder del experto que apuntale su capacidad de líder. Y para lograrlo, es indispensable reconocer que se deben abrir y ofrecer las oportunidades sistemáticas y ordenadas de formación que les permitan aprender cómo desarrollar mejor su trabajo.

¿Por qué debe existir la dirección?

Toda persona que cohabita de manera cotidiana un centro educativo reconoce la diversidad de características que tienen, dependiendo del contexto en el cual se encuentre inserto, también identifica la complejidad de las tareas que deben desempeñar todos los que laboran en ella, asignar y dividir estas actividades es por naturaleza necesario para aprovechar al máximo el potencial humano con el que se cuenta.

Al respecto, Antúnez (2004) plantea que “la división del trabajo y la especificación de tareas son dos características de las organizaciones formales que no equivalen necesariamente a rigidez o esclerosis en la estructura organizativa. Tampoco se contradicen con la flexibilidad o los cambios en los puestos de trabajo, siempre deseables, pues permiten que los profesionales conozcan su organización desde diferentes ópticas”.

De manera tradicional, los docentes que integran el plantel escolar no establecen con claridad las diferencias en las funciones especificas que les corresponde desempeñar esgrimiendo la frase “aquí todos hacemos de todo”, y de esta forma justificar el caos organizativo en el que se encuentran constantemente.

Es conveniente, por lo tanto, como lo señala Antúnez (2004), delimitar los papeles y responsabilidades que corresponden a cada quien sin restricciones rígidas, para que se asuman y se ejecuten de manera adecuada las actividades dentro de la institución educativa. Por esto se hace necesaria la presencia de una persona que tenga la formación, la aptitud y el deseo para asumir este papel de animador, dinamizador y coordinador de las actividades del equipo de trabajo.

Reforzando esta idea de la necesidad de contar con una adecuada dirección, Antúnez (2004) plantea: “Parece coherente, por tanto, admitir también que la función directiva es necesaria y cubre un conjunto de tareas imprescindibles para la escuela y que, para ejecutar esas tareas, diferenciadas con claridad de las docentes, se requieren formación y preparación específicas”.

Para definir lo que implica “dirigir o dirección” en esta investigación se tomará la que establece el autor arriba mencionado que apunta: “Dirigir una escuela supone influir en la conducta de los miembros de la comunidad educativa, con el fin de que realicen determinadas tareas que son resultado de los objetivos fijados en común y que se aceptan como adecuados para la educación de los alumnos” (Antúnez, 2004).

Y aclara respecto al término “influir” que:

La expresión influir debe despojarse de todo tipo de connotaciones peyorativas. Influir supone proporcionar ideas (a menudo inspiradas en las iniciativas del propio grupo), reelaborándolas y presentándolas organizadamente; proporcionar recursos; establecer nexos; coordinar acciones; posibilitar ayudas; dinamizar equipos o también, recordar compromisos y velar para que los acuerdos se cumplan. Dicho de otra manera, el propósito esencial de la acción directiva consiste en obtener resultados mediante el trabajo de otras persona (Antúnez, 2004).

Y continúa diciendo el autor, en este mismo documento, que:

La función de dirigir se refiere a la forma como se establece el ambiente interno de la organización, poniendo especial atención en la conducción del trabajo de las personas. Ésta última implica ejercer el mando, fijar los incentivos para el rendimiento, el diseño del sistema formal de comunicación definiendo condiciones y políticas que ayudarán a dirigir al personal, así como la supervisión que implica el ejercicio de influencia entre los subalternos, todo esto con el propósito de elevar ejercicio de influencia al máximo.

Principalmente la dirección cumple con la función de clarificar al personal los requisitos y reglas de la estructura organizacional. Sin algún tipo de dirección, lo más probable es que el personal no entienda la importancia de seguir ciertas políticas o de usar determinados procedimientos administrativos; asimismo, la dirección cumple con la función de implantar objetivos, planes y tomar decisiones.

Para concluir, la función de la dirección es importante porque:

a) Activa todas las directrices (instrucciones y orientaciones establecidas durante las fases de planeación y organización).

b) Por medio de dichas directrices se consiguen las formas de comportamiento más adecuadas del personal en el plantel.

c) Una dirección eficiente es vital en la moral del personal y, como consecuencia, en el logro de la calidad de la educación.

d) Su calidad se ve reflejada en el cumplimiento de los planes, el logro de los objetivos, en la efectividad de una estructura organizacional y en la eficacia de los sistemas de control y evaluación.

e) Mediante una dirección eficiente se establece el sistema de comunicación para que la escuela opere (Antúnez, 2004).

Los intentos de la formación profesional de los directores escolares en México

En esta primera década del siglo XXI y en la última del siglo XX en México, se desarrolló una importante cantidad de programas que pretendían formar profesionalmente a los directores, pero no se aplicaron de manera sistemática para lograr la calidad educativa.

El director escolar se enfrenta, al intentar lograr su máximo desarrollo dentro de su trabajo cotidiano, a múltiples problemáticas como:

· La inexistencia de una cultura de trabajo en equipo.

· La ineficacia de las estructuras organizativas del centro educativo.

· La falta de oportunidades para su preparación técnica que le permita fungir como líder.

· La inexistencia de incentivos para motivar a su equipo de trabajo.

En el caso mexicano, el contexto que ha vivido la dirección escolar, ha sido de intentos de constante transformación en los últimos veinte años, impulsados por los procesos de diversas Reformas: Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica ANMEB (1992), la aplicación de una Ley General de Educación (1993) y la Reforma Educativa (2004).

Las propuestas de formación de directores escolares por parte del Sistema Educativo nacional, que se encuentra estrechamente vinculada al tema de la Gestión Escolar y los Programas que la han promovido, se puede visualizar en el análisis que hace Bonilla (2008) de las acciones que se efectuaron a lo largo del territorio mexicano en los últimos veinte años.

Así, de 1993 al año 2007, encontramos cursos de capacitación dirigidos a docentes y directivos escolares, edición y reproducción de materiales bibliográficos, y audiovisuales elaborados para trabajar los contenidos de gestión escolar como: la autoevaluación del plantel, el trabajo colegiado, la organización del tiempo en el aula y en la escuela, la elaboración del proyecto escolar, la planeación estratégica, el liderazgo directivo, etcétera.

También se observó la realización creciente de eventos (conferencias, mesas redondas, encuentros y otros) relacionados con temáticas de gestión escolar, además del diseño e implementación de programas y proyectos estatales y locales para apoyar a los planteles en la transformación de la gestión escolar (Bonilla, 2008).

A continuación se muestran algunos ejemplos de las iniciativas que menciona la misma autora y dice que:

Surgen iniciativas de diferentes sectores de la educación básica en el país alrededor de la gestión escolar, siendo pioneros los casos del Consejo Nacional Técnico de la Educación (1992-93), Chihuahua (1995), Guanajuato (1995), Coahuila (1995), Estado de México (1996), Baja California (1996), Colima (1996) y Quintana Roo (1996), sumándose, en 1997, los Programas Compensatorios para Abatir el Rezago Educativo (conocidos primero como PIARE y luego como PAREIB), así como experiencias en la Dirección General de Secundarias Técnicas (Bonilla, 2008).

En el ciclo escolar 1996-1997, la Administración Federal de la SEP impulsó, en el marco de las políticas de Reforma de la Educación Básica, un proyecto de investigación e innovación que mediante estrategias, apoyadas en la asesoría directa a las escuelas, promovió en alrededor de 2,500 escuelas, con la colaboración de las autoridades educativas de 20 entidades (entre las que figuraba San Luis Potosí), una estrategia de formación dirigida a los directivos y maestros para identificar sus principales problemas educativos y diseñar un plan para superarlos. La finalidad del proyecto era identificar los principales factores asociados a la gestión escolar que obstaculizaban o favorecían el logro de los propósitos educativos establecidos en la Reforma Curricular de 1993 (Bonilla, 2008).

Bonilla comenta también que, en las entidades federativas otras iniciativas surgieron casi paralelamente como en Tabasco y Nuevo León, además de las encabezadas por académicos de instituciones de educación superior (como la Universidad Pedagógica Nacional y la Universidad de Baja California), promoviendo la transformación de la gestión escolar mediante estrategias apoyadas en el trabajo de la escuela con la comunidad (Bonilla, 2008).

Para el año 2002, el Gobierno de la República impulsa una nueva política a través del Programa Escuelas de Calidad que pretendía aplicar un nuevo componente con la asignación directa a las escuelas de recursos financieros, la realización de la evaluación permanente de los aprendizajes de los alumnos y el impulso a la participación social dentro del funcionamiento de la escuela. Su objetivo era establecer una política pública a nivel nacional que se fundamentara en las formas de desarrollar la gestión escolar.

Estos cambios motivaron a que los directivos y docentes incluyeran dentro de su lenguaje términos como: trabajo colegiado, liderazgo directivo, proyecto escolar, planeación estratégica y evaluación, entre otros, lo cual demostró, por lo menos en términos de conocimiento teórico, que los docentes empezaban a conocer la nueva dinámica de la gestión escolar.

Con ello, poco a poco, la nueva gestión escolar ha ido tomando un rumbo dentro de la política educativa nacional, prueba de ello son las ultimas adecuaciones al Artículo Tercero Constitucional, a la Ley General de Educación y la formulación de la nueva Ley de la Evaluación del Servicio Profesional docente, donde la gestión escolar adquiere una gran dinámica en busca de la calidad educativa (Bonilla, 2008).

CONCLUSIONES
Los nuevos retos que enfrentan los responsables del funcionamiento de las escuelas frente a los procesos de cambio son evidentes. El director ha sentido cómo se ha producido un incremento entre el desarrollo de sus funciones como líder pedagógico de la institución y la exigencia administrativo-burocrática a la que es sometido por parte de las autoridades de la SEP, siendo estas últimas, actividades a las que le invierte la mayor parte de su tiempo.

A pesar de esa evidente exigencia de trasformación de las prácticas directivas dentro de las instituciones escolares para el logro de la calidad educativa, se puede observar todavía cómo son escasos los programas de capacitación específicos para el desempeño de tales funciones.

Es frecuente, encontrar programas de formación que consideran a la función directiva como una actividad en la que se privilegian las acciones burocráticas y administrativas, dejando en un segundo plano las funciones de carácter académico y las de innovación curricular.

Asimismo, es común ver programas de capacitación para personal directivo que enfatizan en el conocimiento de teorías o normativas escolares sin correlación de la acción práctica con su trabajo cotidiano.

BIBLIOGRAFÍA
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