Estímulos detonates del homicidio como pasaje del acto AÑO 1. Número 3
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RESUMEN
En el presente ensayo se muestran los resultados de una revisión bibliográfica sobre el tema “estímulos detonantes del homicidio como pasaje al acto”, así como una breve explicación teórica sobre el tema, basada en la evidencia encontrada.
PALABAS CLAVE: Homicidio, pasaje al acto, estímulos detonantes.
INTRODUCCIÓN
El homicidio es uno de los problemas sociales tratados con más misticismo, ya que va en contra de nuestros instintos de conservación. La finalidad de este artículo es describir el pasaje al acto en el impulso homicida y los estímulos que lo detonan, demostrando que aun la persona aparentemente sana puede ser más criminal de lo esperado. Toda explicación científica de ello es indudablemente saludable.
El ensayo está basado en una revisión bibliográfica derivada de la pregunta de interés clínico: ¿qué estímulos detonan el homicidio como pasaje al acto? Para responderla se utilizaron los descriptores “homicidio”, “pasaje al acto”, “detonantes del acto homicida”, los cuales fueron introducidos en las siguientes bases de datos: EBSCOHOST, la Colaboracion Cochrane y Biblioteca Cochrane Plus. La revisión detectó la falta de investigaciones específicamente encaminadas al análisis intrapsíquico, validadas científicamente. Por el contrario, se recabaron artículos meramente descriptivos basados en revisiones literarias.
DESARROLLO
Es necesario aclarar que esta investigación no se refiere a los actos que están motivados por una personalidad psicopática o una personalidad antisocial. Concebir el homicidio como una descarga de impulsos interiores gestados en la psique de un sujeto encuadrable dentro de los parámetros de normalidad, implica que es aún más difícil determinar un estándar de condiciones que detonan dicho impulso. Sin embargo, sí es posible hablar de antecedentes comunes en la historia vital de este tipo de homicida. Por ejemplo, un yo débil, acompañado de la carencia de afectividad por parte de los padres o cuidadores, de donde seguramente se gestan los impulsos violentos, que en el niño son controlados por medio de la fantasía, trayendo consigo la frustración.
Los impulsos destructivos pocas veces son descargados contra aquellos que los originaron; es por ello que buscan salida volcados a un objeto del exterior en la vida adulta. Los actos violentos esconden la inhabilidad para tolerar la frustración interna, dentro de una estructura formada por un yo débil, con una baja estimación y con unas defensas que se derrumban con facilidad (Gardeta, 2009).
Entendamos, entonces, que el pasaje al acto es la mezcla de los factores explicados anteriormente, el yo débil, con una gran frustración interna, conteniendo amplios impulsos destructivos y situaciones estimulantes del exterior que resultan de alto impacto para el individuo, generando un estado de semiinconsciencia que concibe un cúmulo de emociones desbordadas y que, finalmente, son estructuradas en el plano de la realidad. El paso de la fantasía al acto no está separado más que por una delgada línea que no es fácil delimitar. No podemos separar las características individuales de la situación ni tampoco sería posible hacer un análisis por separado de la influencia de unas otras.
Debe existir un estímulo exógeno con suficiente intensidad y potencialidad como para provocar y desencadenar un estado anímico fuera de lo normal. Ante la presencia de los estímulos detonantes, que deben estar ligados y aunque no necesariamente se presentan uno inmediatamente después del otro, sí debe existir una conexión de tiempo mínimo entre ellos. La aparición de estos estímulos genera un estado emocional cumbre en el individuo, provocando un trauma psíquico, “el cual parece un sistema de defensa que protege el psiquismo de un exceso de excitación, que evita el desborde de estímulos displacenteros que son resentidos como un aumento insoportable de afecto angustioso, siendo esta efracción la responsable de colocar al sujeto en confrontación con la realidad de la muerte, o con la imagen del Sí Mismo muerto” (Martínez, 2009). Siendo así más débil y vulnerable para cometer el acto.
La exposición constante a situaciones de estrés y angustia, en donde las circunstancias le resultan tan intolerables al sujeto, provoca que aparezca ante sí su elevada frustración, lo cual genera una conmoción afectiva que crea una inhibición de los procesos intelectuales superiores, de la que resulta un estado de semiinconsciencia en el cual se lleva a cabo el homicidio. Es imposible establecer un listado de situaciones universales que generen el suficiente estrés o angustia en el sujeto para orillarlo a cometer un crimen; es aquí donde se encuentre el conflicto científico al existir una amplia variabilidad en este aspecto. Por ello, es imprescindible conocer las circunstancias del homicidio, la percepción del homicida, en el momento del acto y vincularlo a su historia infantil.
CONCLUSIONES
Todos poseemos los instintos de vida y de muerte. Se puede concluir, entonces, que todo sujeto cuya historia de vida corresponda a las características aquí explicadas, y tienda a la creación de ciertos rasgos de personalidad bajo circunstancias emocionales extremas que salen del control de la psique, es tendiente a cometer homicidio. Sin lugar a dudas, este problema social que va en aumento es un tema poco investigado, pero con amplias vertientes de análisis.
BIOGRAFÍA
Gardeta, G. G. (2009). Un intento por comprender la mente asesina. Revista de Psicoanálisis, Psicoterapia y Salud Mental, 2(6), 15.
Martínez, P. (2009). Homicidio por pasaje al acto en estado emocional cumbre. Recuperado de http://psicologiajuridica.org/archives/10