Interculturalidad y globalización en el siglo XXI Edición Especial No. 1
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Autor: Abraham León Trujillo.
RESUMEN
En este artículo se busca desentrañar las relaciones de facto que se dan entre la globalización y la interculturalidad. El abordaje comprende dos momentos articulados. En el primero se hace un recorrido analítico relativo a la génesis e impacto de la globalización en las sociedades actuales; en el segundo se refl exiona en torno a la interculturalidad y sobre la emergencia de la educación intercultural como propuesta educativa.
PALABRAS CLAVE: Globalización, interculturalidad, diversidad cultural, educación intercultural.
INTRODUCCIÓN
El tema de este artículo es la interculturalidad y educación en el contexto del siglo que nos toca vivir. En este siglo, “la confi guración del mundo ha cambiado radicalmente, la globalización ha puesto en contacto a los diferentes pueblos, fenómeno que ha impactado nuestras relaciones en lo económico”, lo político, lo social, lo cultural “y en todos los ámbitos, ya que el mundo se encuentra en un momento de transformación en todos sus planos y niveles” (UPN,2008).
Se trata de acercarse a los sentidos y usos múltiples de la globalización, la interculturalidad y la educación intercultural, haciendo la distinción entre una interculturalidad que es funcional (relacional-funcional) al sistema educativo dominante, y otra concebida como proyecto político de descolonización, transformación y creación matizada por la naciente y utópica interculturalidad crítica.
La cambiante realidad social, su estudio y profunda refl exión, son la tarea de donde surge la interculturalidad. Aquí vamos a repensarla en función de sus sentidos y usos políticos e ideológicos, y de sus inserciones en contextos educativos donde predomina un ambiente monocultural, que busca dar paso a una situación intercultural armónica y respetuosa de las culturas y personas, a partir de establecer nuevas formas de convivencia, donde la educación aparece como el contexto en el que es posible fi ncar esperanzas para el surgimiento y desarrollo de la propuesta educativa intercultural.
DESARROLLO
Globalización e interculturalidad: encuentros y desencuentros.
La sociedad de nuestros días aparece mediatizada por los vertiginosos cambios que se manifi estan en los diversos ámbitos de la vida actual debido al impacto de la globalización, que si bien abre grandes posibilidades de relaciones entre los países y personas, también propicia la tendencia a la homogenización en sus más diversos órdenes, sobre todo a nivel de las naciones en vías de desarrollo.
Aunado a esto, resulta ser una constante, la direccionalidad propia de la privatización y el deterioro paulatino del salario, la escases del empleo, la inseguridad, la violencia y la migración, que a la postre propician mayor desigualdad, discriminación, exclusión y deterioro de la condición humana. Situación que de una u otra forma, impacta en el acceso y permanencia a la educación de las clases sociales más desposeídas.
A nivel cultural y de las relaciones entre los pueblos y sus culturas, se observan cada vez más procesos de índole multicultural e intercultural. Esto trae como resultado el resurgir de los nacionalismos asociados a dimensiones identitarias y culturales relativas a la lengua, etnia, religión o tradiciones, como reacciones lógicas ante esta nueva realidad globalizadora. Fenómeno que puede verse reflejado en los procesos de resistencia y confrontación de los pueblos subordinados y oprimidos.
El contexto de los valores, es quizá el ámbito en el que con mayor claridad puede observarse el impacto del fenómeno globalizador, toda vez que se recurre, en muchas ocasiones, a la creación de una identidad difusa mediada por las nuevas tecnologías de la comunicación e información y a la naturalización de espacios de violencia como parte de la vida cotidiana. Más aún, resulta a todas luces perceptible la incorporación y práctica de los contravalores como sinónimo de poder y sometimiento.
Como consecuencia de las profundas transformaciones sociales, culturales, económicas e ideológicas, la educación en general, se ve obligada a realizar cambios estructurales y a incorporar las modificaciones curriculares, pedagógicas y temporales requeridas por la globalización. Por lo que, la educación actual tiene que enfrentarse a los vertiginosos cambios del conocimiento y a los requerimientos de la sociedad rápidamente transformada.
Se observa que las instituciones educativas dejan de ser los canales únicos mediante los cuales se entra en contacto con el conocimiento y la información, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) resultan ser los más potentes e incluso los menos costosos medios, para entrar en contacto con el conocimiento y la realidad.
Todo esto obliga a las escuelas, a los docentes y a los alumnos, a desempeñar nuevos papeles, y a incorporar estrategias de enseñanza – aprendizaje tendientes al desarrollo de competencias, no sólo para la construcción y deconstrucción del conocimiento y de los nuevos saberes, sino para lograr el reconocimiento e incorporación de la diversidad y diferencia humanas en los ámbitos de la escolaridad y de la convivencia social.
Si bien “la globalización se nos presenta como una oportunidad de intercambio y enriquecimiento entre sociedades y personas dada la fascinante proximidad de múltiples culturas” (Hirmas, 2008); también incorpora nuevas tensiones en la convivencia social, como el surgimiento de nuevas formas de intolerancia y agresión, así como el aumento de la discriminación hacia la diversidad cultural, en lugar de ser considerada como patrimonio y riqueza de la humanidad y una oportunidad de crecimiento, se traduce en obstáculo y es utilizada como pretexto para la generación de actitudes poco tolerantes, además de la práctica de la discriminación.
Ello implica cuestionar los planteamientos antropológicos relacionales y funcionalistas que hacen referencia a supuestas relaciones, contactos e intercambios armónicos entre culturas y pregonan el reconocimiento y respeto a la diversidad cultural. Se asume que la interculturalidad es algo que siempre ha existido porque siempre se ha dado el contacto y la relación entre los pueblos de una manera pacífica y respetuosa.
Como respuesta a las visiones relacionales y funcionalistas, la perspectiva intercultural crítica, no parte del reconocimiento de la diversidad o diferencia en sí, sino del problema estructural que subyace en ella. “La interculturalidad se entiende como una herramienta, como un proceso y proyecto” que “propone la transformación de las estructuras, instituciones y relaciones sociales” (Walsch, 2009), así como la construcción de condiciones igualitarias entre las personas (Walsch, 1998). La interculturalidad se entiende como una estrategia y proceso permanente de relación y negociación en condiciones de igualdad, respeto, simetría y equidad.
Desde esta perspectiva, lo que interesa no es simplemente reconocer, tolerar o incorporar lo diferente dentro de la matriz y estructuras establecidas, sino transformar las relaciones asimétricas y las precarias condiciones de vida de los pueblos oprimidos y excluidos, buscando la construcción y la práctica de nuevas relaciones equitativas, formas y modos culturales diversos de pensar, actuar y vivir entre todos los seres humanos sin menoscabo de su pertenencia cultural y condición socioeconómica.
Un proyecto intercultural de esta naturaleza, es hasta ahora, todavía una bella metáfora, pero una significativa propuesta que se nutre de las contradicciones que produce la homogeneización al aprovechar la comunicación “estrecha el planeta entero” que nos pone “cada vez más en situación de interculturalidad de hecho que crea condiciones para luchar contra la tendencia uniformizante” (Zúñiga Castillo y Ansión Mallet, 1997). Lo que está en juego y
en discusión, entonces, es la posibilidad de construir la interculturalidad a través de la transformación de las injustas formas de convivencia actuales.
Como puede observarse, “mientras que la interculturalidad relacional-funcional asume la diversidad cultural como eje central, apuntalando su reconocimiento e inclusión dentro de la sociedad y el Estado” nacional, “la
interculturalidad crítica parte del problema del poder” y de “la diferencia que ha sido construida en función de ello”. La interculturalidad crítica es una construcción desde y para la gente que ha sufrido un histórico sometimiento sociocultural (Walsh, 2009).
Esto sucede con el discurso y la interculturalidad de Estado o lo que se conoce como interculturalidad institucionalizada que se establece a nivel de leyes que pregonan el respeto de las diferencias, el diálogo, la tolerancia y la igualdad, pero que en la práctica enfrentan serias contradicciones que desmienten los supuestos del discurso institucional al caer en una simple interculturalidad folclórica que se promueve a través instituciones creadas exprofeso. Se olvida que la interculturalidad desde una lógica instrumental, pierde de vista la construcción de un proyecto que remite a procesos y prácticas situadas históricamente.
Cuando hablamos de interculturalidad, si bien debemos considerar el ideal de las relaciones armónicas entre las distintas culturas que coexisten en el mundo o en algún país, no debemos perder de vista el conflicto que puede darse entre ellas. Por lo que, la interculturalidad significa la dinámica de las culturas en su más amplia expresión, sin desviar la mirada de las tensiones sociales que provocan las desigualdades entre los pueblos y sus habitantes.
Derivado de lo anterior, resulta comprensible que la interculturalidad, desde la mirada crítica, parte del develamiento y análisis de los conflictos y desigualdades que persisten en el contexto de las relaciones que se manifiestan entre los seres humanos. Es decir, no existe interculturalidad si no se reconocen y reflexionan los factores que determinan las complejas relaciones humanas que ocultan las desigualdades y los determinismos de las sociedades actuales.
Esta cuestión que conduce a la comprensión de la interculturalidad como un proyecto político alternativo encaminado a la transformación de las asimetrías vigentes y a la reorientación de las relaciones divorciadas de la concepción de lo intercultural como el espacio ideal de convivencia soportada por el diálogo intercultural y simétrico entre las culturas que se pregona desde las ópticas antropológicas relacionales y funcionales.
En el contexto educativo, se ha convertido en discurso obligado en contextos en los que los conflictos están asociados, directa o indirectamente, con la presencia en un mismo espacio social de conglomerados humanos con identificaciones culturales diversas, sean éstos de llegada o de origen. “La educación así planteada, se visualiza como el contexto y el eje para la preservación de la diversidad cultural y puede crear el espacio democrático, que haga posible el encuentro y el diálogo entre las culturas” (Marín, 2002).
La educación intercultural debe caracterizarse como un proceso de política que busque incorporar cambios deseables en las relaciones socioculturales, pugnando por el reconocimiento, análisis y erradicación de los procesos y prácticas de subordinación y exclusión perceptibles entre los seres humanos. Ello dependerá, desde luego, de la orientación y de la responsabilidad con que las políticas públicas favorezcan la participación y el diálogo intercultural.
CONCLUSIONES
Llegados a este punto, resulta claro que la globalización se presenta como una oportunidad de intercambio y enriquecimiento entre naciones y personas, pero también introduce entre nosotros nuevas tensiones en la convivencia social porque resultar ser un fenómeno que impacta las diferentes dimensiones de la vida social, lo que trae como consecuencia la imposición de nuevos modelos culturales y estilos de vida apegados a los requerimientos de la sociedad global.
La globalización se manifi esta en gran medida en el terreno cultural de diversas formas, pero no como un sereno intercambio pacífi co y silencioso entre los conglomerados humanos, sino como un confl icto de culturas de una extensión, intensidad y brevedad en el tiempo como nunca antes había conocido la humanidad. Propicia profundos procesos de exclusión y homogeneización manifi estos en los diferentes niveles de imposición de las culturas dominantes sobre las subordinadas.
Según la UNESCO (2008), la globalización, es decir, “el proceso de mundialización de la economía y, en consecuencia, del mercado de la información, la comunicación y la cultura, afecta los ámbitos de relación y las formas de interacción que garantizan la cohesión interna” de cada sociedad. Conlleva la posibilidad de una homogenización cultural que, irremediablemente, provoca la desaparición de culturas y lenguas minoritarias que no gozan de poder.
En este contexto, la interculturalidad, tanto como enfoque analítico, como proyecto político se presenta como una alternativa viable para contrarrestar los embates de la globalización, ya que su propuesta de diálogo horizontal entre diferentes culturas en contacto resulta altamente signifi cativa y prometedora. Requiere, como se ha matizado líneas antes, de cambios estructurales, no de simples discursos redentores de buenas intenciones dirigidos a ciertos sectores socioculturales tildados de diversos y diferentes.
En el terreno de la esperanza de todos los que soñamos con los cambios socioculturales reales, la interculturalidad en educación desde una visión crítica, resulta ser la posibilidad lejana para construir juntos una sociedad diversa y matizada por el valor de la diferencia y de la convivencia intercultural que rompa con las prácticas enraizadas de alejar el discurso de las prácticas sociales que incorporan nuevas actitudes en la ciudadanía.
Resulta difícil hablar de interculturalidad en un mundo de dominación cultural, de marginación social y de prejuicio hacia las culturas subordinadas mientras éstas aparezcan en un contexto en el que prevalezcan relaciones desventajosas que generen la asimilación, segregación y marginación. La gestión de la diversidad, a través de la interculturalidad y de la educación intercultural, resulta ser la respuesta institucional que diferentes gobiernos y organizaciones están adoptando para “preparar” a sus actores sociales para las nuevas exigencias y requerimientos que la globalización impone a la educación.
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