Una construcción paradigmática entre la pedagogía y la andragogía como referente entre la praxis de las competencias. Año 3. Número 8
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Autor: Fausto Arnulfo Trejo Sánchez.
RESUMEN
En la búsqueda constante de esos pasajes intrincados de las ciencias de la educación, perdida en la magnificencia de los constructos teóricos, aparece de improvisto una rama de las ciencias, poco tratada por los expertos de la enseñanza, casi sin debate, a priori en su fundamento filosófico, el parangón de la andragogía versus pedagogía.
Este ensayo plantea una reflexión a través del encuentro de la praxis docente y los currículos de la educación superior, la discontinuidad entre el proceso de enseñanza aprendizaje, contextualizado desde un referente poco común entre ambas disciplinas.
PALABRAS CLAVE: Educación, constructos teóricos, currículo, andragogía, pedagogía.
INTRODUCCIÓN
La validación disciplinaria de un campo científico se da desde los argumentos que transitan entre las diferentes corrientes de pensamiento; un paradigma surge justamente de esa idea, en contra de la forma ortodoxa de avistar los acontecimientos, negando muchas veces las ideas dogmáticas, implícitas en la potestad que aún guardan varias de las disciplinas filosóficas del anacrónico ordenamiento de la educación; resguardadas por los grupos de élite, empoderados por CONACYT, COMIE, entre otras organizaciones hacedoras de la ciencia o al menos legitimadoras de los saberes.
Hace más de 360 años surgió la pedagogía moderna con el planteamiento de Comenio, refiriéndose a la pedagogía social, desde entonces se han desarrollado gran cantidad de constructos teóricos, relacionados a la praxis docente desde la pedagogía. Esta disciplina científica queda como el referente de la aplicación de los procesos, estrategias y recursos de la enseñanza para niños; paidós (niños) gogía (conducir o llevar).
Son muchas las disciplinas que han aportado en la formación de los niños, elementos sustanciales para eficientar los niveles de aprovechamiento académico. Desde la psicología educativa no deja de ser meritorio el aporte de Jean Piaget, Vigotsky, Ausubel, Brunner, entre otros. Trabajos, todos, interesantes, unos aún vigentes y otros ya descontextualizados; por ejemplo los estadios de Piaget versus la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) planteada por Vigotsky, el primero confirma la importancia de respetar los procesos de desarrollo natural del niño, dícese que a cada etapa de vida corresponde una capacidad innata de ver y resolver los conflictos naturales de vida; mientras que el segundo plantea una situación más real en todos los tiempos, y que por este sentido argumentativo está aún vigente; la ZDP permea la razón de que depende del entorno sociocultural, las formas de aprendizaje y este puede ser desde la educación formal o la informal.
Sabemos, actualmente, que los países que han ajustado a una sinergia de su dinámica de desarrollo, han superado las expectativas de los teóricos que en México aún sirven de baluartes de las disciplinas teóricas, un ejemplo claro es el desarrollo de las competencias, modelo promovido por los países del bloque europeo, en esos países se dinamiza la práctica de la enseñanza optimizando todo tipo de recursos, los años de permanencia de un individuo en el aula está claramente enfocado a la parte pro activa. Si se hiciera un intercambio de un individuo de seis años de la clase más marginada de México con otro que habite en alguno de los países europeos, el nivel de aprendizaje de ambos estaría por demás diferenciado por la influencia del entorno, estaría determinado por la relación sociocultural, el flujo económico, la tecnología, entre otros factores.
Todo lo anterior hace referencia a dos cosas, manipulación e interpretación de la teoría. Hay quienes ven en la aportación de Piaget una realidad insustituible, mientras que para otros es sólo un referente de los clásicos que se debe leer desde las ciencias de la educación; pero ¿en dónde queda la teoría que respalde la enseñanza-aprendizaje de los adultos? ¿Qué se argumenta desde el constructo filosófico de la educación para los que se dedican a formar a los profesionistas? ¿Qué opinan los docentes del nivel superior cuando se les exige una nivelación docente y se les instruye con teorías que tienen que ver con la pedagogía? Responder estas preguntas nos permitirá conocer desde otra perspectiva la educación que se imparte en el nivel superior desde un enfoque poco tratado en el campo educativo.
DESARROLLO
La andragogía aparece históricamente divulgada por el alemán Alexander Kapp, desde 1833; la explicación implícita fue establecer los grados de marginalidad entre la teoría que sirve para exaltar la educación para niños “pedagogía” en relación con las estrategias, técnicas y recursos utilizados para la educación de los adultos “andragogía”. Muchos años después, en Estados Unidos cobra relevancia como un enfoque importante para la educación de los adultos, confirmando y remarcando con claridad las diferencias entre pedagogía y andragogía; permitiendo al analista experto de la educación permear la idea de que aun siendo el mismo individuo, a lo largo de su vida adquiere diferentes responsabilidades e intereses.
No se legitiman los estadios planteados por Piaget, pues nada tienen que ver las capacidades de aprender con las responsabilidades e intereses cuyo efecto es resultado de la edad cronológica. Nos referimos a una madurez apegada a la edad pero con un grado de libertad, por un lado y obligación por el otro; es decir, un individuo que está atado a la disciplina punitiva de sus padres debe cumplir con su responsabilidad adjudicada a los intereses de sus progenitores, la vida un tanto vegetativa es comer, dormir y estudiar; cuando bien premiado resulta por cumplir, puede disponer de un paseo, un juguete, quizás disfrutar de alguna película favorita, así transcurre la vida del individuo común y ordinario, la meta la ha construido anticipadamente el padre, quien en la mayoría de los casos es quien financia la costosa inversión de la educación.
¿De qué dispone el niño hasta llegar a la adolescencia? Voltear la vista a las formas ortodoxas de la disciplina de hace 50 años nos permite señalar las enormes diferencias a las de la actualidad; los padres de esas generaciones eran severos, el conductismo permeaba la acción, las formas de corregir tanto en el hogar como en la escuela eran más físicas, el niño o el adolescente no tenía la capacidad de discernir sus propias expectativas ni la oportunidad de opinar respecto a su futuro, la idea de apartarlo del mal implicaba permanecer en la escuela cuyas paredes fueran altas para no escaparse. Los niños y adolescentes no tomaban decisiones; no eran dueños de su propia vida.
Las teorías que moldean las acciones punitivas de los padres de familia son la reproducción de un modus vivendi que trasciende de generación en generación; entre el temor y la esperanza de hacer un hombre o mujer de bien, pocos corren el riesgo de cambiar los esquemas de formación tradicional, aprendidos y transferidos de las viejas doctrinas de la pedagogía.
Función humanista de la escuela
¿Quiénes son los docentes trabajadores de la educación? Son personas que hacen las funciones de padres y madres, algunos ya ejercitados lo suficiente, otros novatos, pero ¿qué tiene que ver este argumento con el tema tratado? Se intentará convencer al lector, de que el docente en su aula actúa como los padres, pues ve a sus alumnos como si fuesen sus propios hijos e intenta liberarlos de la represión.
No hay acción más humanista que la expresada por los docentes que interactúan como padres y responsables de la educación; sí bien el exceso de mimos para con sus hijos afecta los procesos de desarrollo psicosocial, en el aula también permea el afecto de una madre con 40 hijos adoptados; pero, ¿esta acción docente es positiva o negativa? Las evidencias contrastadas desde la investigación sugieren que ¡es negativa! Un niño que no aprende es el resultado del descuido en que cumpla con sus responsabilidades escolares.
Existen teorías muy marcadas desde la psicopedagogía que intentan responder a este tipo de reacciones humanas, pero aun con todas las teorías, las evidencias permean en la realidad, la manipulación de los padres de familia permanece hasta el nivel secundaria, jóvenes de entre quince y dieciséis años, edad de la inconsciencia manipulada.
De la pubertad a la adolescencia, un camino corto a la etapa adulta
La adolescencia es una etapa de la vida complicada de vivir, junto a todas las desavenencias, la reacción con los padres se fisura, la acumulación de estrés de tantos años hace que los jóvenes exploten, y los padres tienen que tomar la decisión más crítica, o aplican una buena estrategia de convencimiento que oriente al joven a tomar las mejores decisiones, o les permiten terminar como “ninis”.
La ruptura del dogmatismo practicado en el hogar y en la escuela, desde los primeros años de vida hasta la adolescencia, tiene que ver de manera directa con el cambio de método en la enseñanza. Adam (1987) considera el inicio de la etapa adulta como la integración biológica, psicológica, social y ergológica; proceso inherente con la acción pragmática del individuo, del lado positivo con el interés de procrear, de participar en el trabajo productivo y de asumir responsabilidades en relación con la convivencia social cuyo interés es la actuación independiente en la toma de decisiones, del lado negativo, existe la enorme posibilidad de desorientar la existencia de un individuo ya que debido a la experiencia de vida, todas las experiencias acumuladas en la estructura psíquica posibilitarán la toma de decisiones.
Pero, ¿por qué decisiones contradictorias? Verner y Davidson (1971) señalan que cuando el adulto debe responder bajo presión de tiempo, la declinación puede agravarse debido a la ansiedad; relacionando ambos planteamientos, lo que más prevalece de toda la angustia de la infancia y la pubertad es la ansiedad, este efecto permea aun después de la madurez en la etapa adulta.
Rosenberg (1979) precisa la importancia de la autoestima como mecanismo de evaluación que permite una introspección del individuo, la cual debe trascender en una actitud de aprobación y desaprobación; es claro percibir tal comportamiento en un adulto. Cuando la autoestima no logró consolidarse desde la etapa infantil ésta trascenderá en la pubertad y adolescencia de igual manera, repercutiendo también en la etapa de adulto.
¿Y la andragogía, entonces, cuándo y cómo debe aparecer?
En los niveles de educación media superior y superior está normado que quienes se desempeñen como docentes deben tener un perfil profesional que incida en el campo científico requerido. Como el campo disciplinario de las ciencias es muy amplio, desde hace algunos años se ha optado en contratar a profesionistas con una licenciatura universitaria que garantice el campo de conocimiento, agregando un posgrado en docencia, suponiendo que así se aprenderá el oficio de docente. Veamos cómo se forma y mediante el reconocimiento de qué teorías.
Havighurst (1967), citado por Lowe (1978), reitera la importancia de considerar la motivación en el adulto como un mecanismo para aprender y para elegir los temas más interesantes para estudiar. Señala también que la motivación está ceñida a dos factores, la etapa del ciclo vital y los roles que el sujeto está obligado a cumplir. Como se mencionó con anterioridad, la etapa de vida del adulto inicia con la necesidad de verter sus propias ideas y opiniones, emitir sus propios juicios, convivir de manera libre; de esta manera, la omisión más importante en la formación de los profesionistas, aun en el nivel de posgrado, se centra en la pedagogía.
La importancia y la necesidad de construir un modelo propio para la formación de los docentes que trabajan con adultos, como Pereira (1990) indica, necesita un diseño curricular diferente y un nuevo docente andragogo. La pregunta a este referente es sencilla, ¿enseñar o transmitir conocimiento? Se entiende que un adulto asiste a un curso porque le es necesario tomarlo, requiere del conocimiento como un recurso para su bienestar, le es indispensable para conectar conocimiento-praxis.
También es necesario considerar la importancia de reconocer las edades generacionales del trayecto evolutivo del ser humano como: la infancia, la juventud, la adultez y la ancianidad; sin embargo, como señalan Frabboni y Pinto (2006), históricamente estos ejes de análisis han estado sujetos a reflexión e intervención de la pedagogía; pero parece no salir de ese círculo, pareciera ser sólo la repetición de un conocimiento alienante como lo indica Carrizales (1989).
Hay que reconocer que en realidad la andragogía tiene fundamentado un constructo epistemológico, Ludojoski (1971) señala que la andragogía es la ciencia de la educación para los adultos, y no es realmente el único, existe una estrecha relación con Freire, que postulaba la acción liberadora, su principal propuesta era crear conciencia en el adulto, para que a través del conocimiento logrará la libertad. Muchos ven en Freire al padre de la pedagogía crítica, sin embargo, más que hacer pedagogía, su práctica se enfocó en la andragogía.
Puede plantearse que nada es nuevo desde cualquier ángulo de las ciencias, Natale (2003) retoma la idea propuesta por Malcom Knowles, quien decía que el término andragogía apareció en las postrimerías de 1833, en voz del maestro alemán Alexander Kapp, justificada desde la práctica de la enseñanza con adultos. Rosentoch definió el término como un método de enseñanza.
Al asirnos a una conexión con los pioneros de los paradigmas se encuentra, por ejemplo, Poggeler en 1957, señalando que la andragogía debe utilizarse en el campo de la educación de adultos ligada a la formación profesional; es en la formación profesional donde se asienta la relevancia de contemplar la diferencia entre pedagogía y andragogía; esta última no puede verse como distinción entre la transferencia del contenido de enseñanza como conocimiento, relacionada fríamente como una transferencia del saber; la andragogía es una disciplina científica en proceso de construcción, comparte todo un proceso definido e integral enfocado hacia la actividad profesional.
Se ha señalado que está en proceso de construcción porque unos cuantos pedagogos contemporáneos han retomado este argumento como relevante, un ejemplo es Knowlwa que en la década de 1960, en Estados Unidos, desarrolla la teoría de la andragogía reflexionando en las formas y procedimientos de la enseñanza-aprendizaje de las personas adultas.
Las competencias y el desarrollo académico profesionalizante
Intervenir en los procesos de educación con personas adultas nos lleva a pensar en las debilidades que existen en el campo educativo para ellos. En párrafos anteriores se señaló la descontextualización existente entre el nivel de educación media superior y el superior. Si bien los mecanismos psicológicos que se activan en el momento del aprendizaje son los mismos en un niño y en un adulto, al considerar que es mediante la expansión de los conectores neuronales como se activa la memoria a largo plazo, también es cierto que existen intereses muy diferentes en el aprendizaje. El interés del adulto respecto a concluir una carrera se enfoca en un proyecto de vida a largo plazo, que tiene que ver con un procedimiento secuencial, es decir, si el individuo desde su infancia desarrolla las destrezas suficientes, consolidará la actitud de estudiar hasta terminar una carrera profesional; es también una cuestión secuencial la información, el conocimiento, la comprensión y las destrezas, este orden contribuye en la construcción de los fines, aun en contra de las posibilidades que estén al alcance.
Un elemento más a considerar como diferencia entre pedagogía y andragogía es el nivel de desarrollo del adulto respecto al aspecto físico, psicológico, económico, antropológico y social; desde la sinergia de la vida del adulto, ayuda a definir y lograr sus metas; todos y cada uno de los elementos anteriores, deben ser considerados en la universidad, este espacio más que de educación, es de formación y capacitación, la universidad debe cumplir con la responsabilidad de formar a profesionistas de alto rendimiento en cualquier disciplina, para esto es necesario orientar los contenidos curriculares exactamente enfocados a las necesidades de las instituciones, empresas o industrias donde los egresados deberán insertarse de manera directa y profesional para el desempeño laboral.
En este sentido, deben ir enfocadas las presunciones teóricas de las competencias de un individuo que estudia constante y permanentemente; pues bien, una de las competencias que un andragogo debe tener, considerando la propuesta de Briceño (1993), es la autonomía e independencia para actuar. Tomar decisiones para poder dirigir un aprendizaje tiene que ver con los intereses inalienables y, ¿los intereses se hacen o están ahí permanentes e inalienables en el individuo?, determinantemente, todo tiene que ver con la autonomía y suficiencia económica; todo o casi todo gira en torno a la economía, el posicionamiento social meritocrático tiene que ver con la capacidad disponible de hacer una carrera profesional a medida de las capacidades individuales.
Las competencias desde este esquema andragógico, como plantea Llanos de la Hoz (1986), implican que el adulto debe “ser auto-gestor de su propio proceso de aprendizaje”, es un poco la intencionalidad de convertirse en autodidacta de su propia preparación profesional. Entonces, ¿cuál es el papel que desempeña la universidad respecto a la formación profesional del individuo? Un individuo que es cautivado por un tema cualquiera de lectura, programa de televisión, publicación de una investigación, se conecta de manera directa al contenido informativo, no hace falta una calificación numérica, la cualificación es la satisfacción misma, personalizada.
Desde el momento que el cerebro queda cautivo de la información, automáticamente se generan conectores neuronales que propician hacer trascendente el aprendizaje; luego se observa que es más importante para el adulto lo que está al alcance de su interés, en este sentido, la universidad legitima el saber adquirido. Por ejemplo, las carreras que se ofrecen vía internet están diseñadas para que el alumno adulto estudie el tiempo necesario, en el espacio que más le agrade y en la cantidad que se ajuste a sus intereses y posibilidades; lo único que no ha cambiado es la forma de evaluar, aún persiste el modelo de evaluación cuantitativa.
Si se tomara en cuenta lo que Freire (1975) planteó, que la educación de adultos debe ser una educación problematizadora para la cual los educandos en vez de ser dóciles receptores de los depósitos cognoscitivos se transformen en investigadores críticos en diálogo con el educador; bastaría para contextualizar la función mediatizadora de la universidad. ¿Pero, cuál es el mecanismo para lograr esta conexión individuo-universidad? Los resultados del empobrecimiento académico que se percibe a nivel internacional respecto a los egresados universitarios indican que el adolescente de nivel medio superior no se desconecta del regazo de la madre, sigue bajo el orden irrestricto del hogar cuando ya debe estar conectado con su realidad laboral. Desde la preparatoria, el joven debe ponerse al contacto de la práctica de lo que será su carrera profesional, este es un mejor esquema de cómo promover y desarrollar las competencias, de nada sirve un amontonamiento de conocimientos volátiles en una memoria a corto plazo, pues genera la pérdida de tiempo y un excesivo desgaste económico del erario público.
CONCLUSIONES
Cuando un profesor de posgrado encuentra por primera vez a sus nuevos estudiantes, todos ellos profesionales de la educación en práctica, percibe felicidad e interés que disminuye o desaparece con el paso de las materias que reflejan teorías pedagógicas que no reflejan los casos que esos estudiantes experimentan en sus prácticas profesionales.
La mayoría termina negando el interés de la carrera, se sienten perdidos entre la demagogia de tanta teoría que simplemente no llena sus expectativas. Así, la posibilidad de formar a un profesionista de alto rendimiento se convierte en la mecanización de un proceso de formación híbrido, cuya consecuencia será ver a un individuo cuyo interés es terminar su posgrado con la simple expectativa de conseguir el promedio requerido, que permita graduarse sin más complicaciones que hacer un trabajo de investigación y concluir una tesis.
Alguien que se siente atraído por lo que hace, disfruta los momentos, participa, colabora, comparte sus expectativas, sus experiencias, sus metas. El costo económico derogado por los cursos tomados no es considerado un gasto, es, en el mejor de los argumentos una excelente inversión; hace algún tiempo, un alumno de doctorado hizo el mismo comentario, “no le encuentro sentido al doctorado, cuando me he dado cuenta que todas las teorías planteadas como referencia de estudio siguen siendo las mismas de la maestría y, más aún; no trabajo con niños, mi actividad profesional es la universidad en el área del derecho y la administración de empresas”.
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