Problemas de conducta en el siglo XXI. Año 4. Número 10
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Autora: Adriana Elizabeth Martínez Méndez.
RESUMEN
En este artículo se analizará la disciplina como un problema habitual en los centros educativos, para ello se partirá de abordar diversas estrategias para su aplicación y así minimizar dicha problemática escolar. También se abordará en qué consiste una conducta disruptiva.
PALABRAS CLAVE: Disciplina, conductas disruptivas, escuela.
INTRODUCCIÓN
La educación se ha modificado a partir de los cambios políticos, sociales, económicos y culturales de la sociedad, estos cambios afectan el desarrollo en el aula de clases. Aunado a esto, al parecer, los hijos de familias en condiciones económicas limitadas desarrollan más problemas de disciplina escolar que los del resto de las familias. Otro potencial factor de los problemas de conducta puede ser la falta de atención de los padres hacia los hijos, ya sea de ambos o del único padre de familia.
Son múltiples los factores que generan la indisciplina, en este artículo se abordará la conducta, sus estrategias de mejora y algunas medidas regulatorias de la misma en el aula escolar. También se explorará en qué consiste una conducta disruptiva y cómo debe abordarse en clase, todo con la finalidad de que el docente pueda atender las prioridades y los límites necesarios en su salón. Lo anterior se responderá a partir de un trabajo de campo en zona urbana realizado en una comunidad educativa de nivel primaria.
DESARROLLO
La disciplina y las conductas disruptivas
La disciplina, según Aguado (2003): “(…) etimológicamente proviene del latín discipulus y significa imponer un orden necesario para poder llevar a cabo un aprendizaje. Del mismo origen es discípulo que es quien se somete”.
Por su parte, las conductas disruptivas, que implican la interrupción del desarrollo evolutivo de niños y niñas, bloquean la formación de relaciones sanas con compañeros y adultos (Peterson, 2004). El entorno social puede ser un factor de disrupción.
Muchos de los problemas de conducta repercuten en el rendimiento académico de los alumnos. Para Ornelas (2002): “el rol de la escuela es fundamental en el desarrollo personal y valórico de los niños (…)”, en un aula se debe enseñar a vivir, enfrentar problemas, usar recursos internos y externos, “(…) logrando así disminuir riesgos de déficit educacional y de deserción escolar”.
Lo que resulta preocupante es el hecho de que los docentes están expuestos a las conductas disruptivas de los estudiantes sin poder aplicar un correctivo por temor a las autoridades y a los padres de familia.
Aunque los padres son responsables de cuidar el comportamiento de sus hijos, en las escuelas es importante observarlos como alumnos, enseñar valores y ser conscientes de que algunos alumnos viven en una carencia valoral importante que repercute en su trato hacia los otros y su comportamiento escolar.
No se debe etiquetar al alumno disruptivo sino observarlo, atenderlo y darle seguimiento oportuno, ya que una etiqueta temprana repercute en el actuar del niño para el resto de su vida. De ahí la actitud retadora de algunos estudiantes frente a la autoridad que no los respeta y ni tratan adecuadamente.
La ausencia de autoridad en casa también repercute en el comportamiento del estudiante en el aula. Pero, ¿cómo atender el comportamiento inadecuado del alumno? Primero se debe conocer la razón de ese actuar, toda conducta tiene un porqué, una posibilidad es la falta de atención de los padres a sus hijos. También se debe considerar que algunos estudiantes nunca han tenido límites y reglas que seguir o castigos al no cumplirlos. Según Beltrán (2003), se debe “orientar a los alumnos a respetar a los demás y a sí mismos a través de diversas estrategias”.
Dado que los problemas de conducta afectan no sólo al niño involucrado sino a sus compañeros y autoridades, es importante que en la escuela se consideren estrategias para abordar los problemas de conducta, como las siguientes:
- Semáforo de regulación de conducta. Se realiza un semáforo con caritas y con abatelenguas, se colocan los nombres de los alumnos. Se les explica que al iniciar todos los alumnos estarán en verde y de acuerdo a su comportamiento pasarán a preventivo (amarillo) o llegarán a rojo. Tal estrategia es buena pero requiere variantes ya que puede darse poca importancia al lugar donde un alumno se encuentre.
- Maratón de conducta. Se organiza al grupo en equipos (E1, E2, E3, etcétera), a cada uno se le pone la calificación 10 de manera inicial y conforme su comportamiento suben o bajan puntos. Dicha estrategia de orientación conductista, remite al uso de reforzamientos positivos (Skinner), pues se felicita o premia al mejor equipo.
- Reglamento interno del grupo y consecuencias. Esta estrategia se debe establecer los primeros días del ciclo escolar, con ella los alumnos sabrán cómo deben comportarse en clase, el maestro debe orientar y el mal comportamiento deberá conllevar consecuencias. Los padres deberán estar enterados de las reglas y las consecuencias de no seguirlas. “Las normas se discuten para después ser aceptadas y respetadas. Mediante estas discusiones mayéuticas, los alumnos exponen las propias ideas aclarando así la propia postura moral” (Schmelkes, 2004).
- Ruleta de actividades. Estrategia que permite que el niño sepa qué hará después de terminada una actividad si el resto de sus compañeros no la han completado. Así se reduce la posibilidad de distracción o desperdicio de tiempo al no tener nada que hacer.
- Rúbricas de conducta por equipo. Se organizan equipos en el grupo, se nombra un líder que tendrá una rúbrica con los modelos de comportamiento esperados. El líder registrará en la rúbrica el comportamiento de su equipo.
- Cartas compromiso. Los maestros deberán realizar cartas compromiso, que los padres deberán conocer y los alumnos respetar en la escuela y el aula. Las cartas regulan la conducta de los alumnos con problemas de disciplina. “Los niños necesitan libertad regulada. El niño debe poder desarrollar hábitos dentro de un ambiente cuidadoso, si bien, cálidamente normado” (Schmelkes, 2004).
- Hojas de seguimiento. Cuando el docente detecta problemas de disciplina en un alumno puede llevar esta hoja de seguimiento por alumno, con detalles específicos de acciones, fecha, lugar, hora. Esta hoja puede llevarse en una bitácora donde el alumno sea consciente de sus acciones y sus consecuencias. Según Beltrán (2003), el valor de la responsabilidad es “(…) estar obligado a responder a ciertos actos, el alumno debe aprender a practicar la responsabilidad ante cualquier situación y observar a la larga los beneficios que esto trae (…)”.
- Implementación del calendario de Valores. Con esta estrategia, a través del relato de breves historias los alumnos notan valores o antivalores. Es poco útil si el alumno no es consciente de tales valores, pero se iniciará la actividad definiendo el concepto con posteriores preguntas del texto.
En este artículo se reportarán los resultados de aplicar estrategias para paliar el mal comportamiento en un grupo de estudiantes de primaria con fuertes conflictos conductuales. Para ello se partió de solicitarles respuesta a las siguientes preguntas:
- ¿Quién te trae a la escuela y por qué?
- ¿Con quién vives en tu casa?
- En promedio ¿cuántas horas pasas frente a algún videojuego o televisor, al día?
- ¿Convives con tu papá, por qué?
- ¿Convives con tu mamá, por qué?
- ¿En la escuela, a quién observas con autoridad para poder corregirte?
- ¿Cuál es la función que debe tener el maestro(a) en tu salón de clases?
- ¿Un maestro(a) de tu escuela (cualquiera) puede llamarte la atención, por qué?
- ¿Por qué motivos crees que te puedan llamar la atención?
- ¿Crees que te deban llamar la atención, por qué?
- ¿Fuera de tu escuela, quién puede llamarte la atención y por qué?
- ¿Qué conducta has mostrado en la escuela?
- ¿Cuál es la falta más grave que has tenido en la escuela y qué consecuencias tuvo?
- ¿Crees que tu conducta impacte en el rendimiento que tienes en clase, por qué?
- ¿En qué forma tus padres te apoyan para regular tu comportamiento en la escuela?
Las respuestas de los alumnos confirmaron que sus padres pasan poco tiempo con ellos, en la mayoría de los casos los abuelos se hacen cargo de ellos, en otros casos los menores ya han aprendido a irse solos a sus casas y a esperar hasta la noche a que lleguen sus padres.
Los alumnos refieren que su maestra de grupo puede llamarles la atención pero nadie fuera de la escuela, aunque se porte un uniforme escolar.
En cuanto a las faltas graves de conducta, refieren haberse sentido molestos con la maestra de educación física, ya que no los sacó a clase y al salir de clases ensuciaron de pastel, corrector, gelatina y lodo su automóvil.
Otra acción grave fue que un alumno se orinó en una botella en el salón de clases, se mandó llamar a la madre, el alumno fue suspendido, pero el menor tomó su castigo como un premio ya que refirió poder levantarse tarde.
También se identificó el tiempo que los alumnos pasan frente al televisor o jugando videojuegos, que en su mayoría suelen ser de carácter violento. Lo conflictivo es que los padres, por el poco tiempo con sus hijos, no suelen darse cuenta de estos factores y sus repercusiones.
¿Qué medidas tomar?
Los alumnos aparentemente están bien asesorados en cuanto a sus derechos, entonces, ¿con qué medidas cuenta un docente?
Intervenir en los problemas de conducta requiere aplicar diversas estrategias, de preferencia de forma lúdica para que no parezca una imposición docente. Idealmente no se deben asumir culpabilidades sino buscar que el espacio del aula modifique los contextos familiares de los alumnos, en ocasiones complicados, al implementar estrategias efectivas que poco a poco beneficien integralmente la vida del estudiante.
CONCLUSIONES
Todas las estrategias descritas fueron aplicadas con el grupo estudiado y aunque no son la respuesta “mágica” sí tuvieron efectos positivos en los estudiantes, al menos durante periodos prolongados de tiempo. Ya advierte Peterson (2004) que: “Los problemas sociales, económicos y culturales que enfrenta el país, se pueden superar si se fortalece la voluntad y se desarrollan actividades dirigidas a la práctica de valores, dentro del aula, hogar y entorno inmediato”.
El apoyo de los padres de familia al docente es fundamental para el éxito de las estrategias. Bien valdría la pena saber cómo y quiénes son las personas que sufren las consecuencias de la conducta de sus hijos en la adolescencia. Al respecto, Aguado (2003) indica: “La distancia entre la cultura de su familia y la oficial de la escuela provocan conductas y actitudes en los alumnos que son calificadas como inadaptadas con el patrón esperado por los educadores”. Y el riesgo, ya se apuntaba antes, está en calificar una actitud o a un alumno, incluso con elementos de prueba: etiquetarlos puede cambiarles la vida para siempre y no de forma positiva.
Hoy ya no se pueden usar correctivos físicos como ocurría hace años, pero sí se puede crear una consciencia en los alumnos, acerca de su conducta y sus consecuencias. Aunque este proceso será gradual.
Aplicar reglas e identificar las consecuencias de no cumplirlas es muy importante para resolver los problemas de conducta de los estudiantes, a largo plazo incluso, son los mismos estudiantes quienes suelen solicitar se cumplan las consecuencias de no cumplir las reglas.
Aunque el conductismo tuvo elementos negativos en la educación, también hay estrategias enmarcadas en esta corriente que pueden ser efectivas. Usar estrategias que premien y castiguen el comportamiento funcionará en la medida en que sean evaluadas y ajustadas a los contextos particulares del aula.
Lidiar con los problemas de disciplina es incómodo y un problema genuino. Lo idóneo sería implementar planes de acción en todo el centro escolar. Sin embargo, a veces se demerita el impacto del mal comportamiento en los resultados de la enseñanza, por lo que el docente enfrenta una tarea muy compleja de no usar estrategias adecuadas a cada contexto y si no cuenta con el apoyo de todas las autoridades escolares, los estudiantes y sus padres.
BIBLIOGRAFÍA
Aguado, T. (2003). Pedagogía Intercultural. Madrid: McGraw-Hill.
Barocio, R. (2000). Los temperamentos en las relaciones humanas. México: PAX.
Beltrán, R. (2003). Aprendo enseñando. México: Fernández Editores.
Bosello, A. (1987). La educación Moral. Madrid: CCS.
Buxarrais, R. (1997). La educación moral en primaria y secundaria. México: SEP.
Carreras, L. (1995). Cómo educar en valores. México: Narcea.
Fierro, C. (2003). Mirar la práctica docente desde los valores. Barcelona: Gedisa.
Luna, E. (2003). Programa Integral de formación cívica y ética. México: SEP.
Ornelas, C. (2002). Valores, calidad y educación. México: Santillana.
Peterson, A. (2004). Valores saludables. México: Castañeda.
Schmelkes, S. (2004). La formación de valores en la Educación Básica. México: SEP.