<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=186146087706618&amp;noscript=1"> La evaluación formativa desde una perspectiva ética Edición Especial No. 1

La evaluación formativa desde una perspectiva ética Edición Especial No. 1

6 min de lectura

Autor: Marco Antonio Constantino Aguilar.

RESUMEN
Hoy en día el ser humano necesita urgentemente una nueva estructura conceptual, que le permita justificar el sentido ético de sus actos, así como una manera fidedigna de saber ser y hacer, en un mundo cambiante que requiere la medición de su conducta.

Así por ejemplo, en el terreno de la evaluación formativa, sólo es posible pretender formarse, si este tipo de evaluación, parte del sentido ético que todo ser humano debe cumplir, pues, a veces, parece que una última alternativa se encuentra en fingir o simular. Este artículo busca centrarse en la refl exión acerca de las consecuencias, producto del quehacer humano, de llegar a terrenos como aparentar una evaluación, sin que ésta sea producto de un verdadero proceso.

PALABRAS CLAVE: Evaluación formativa, simulación, mentira, retos, implicaciones.

INTRODUCCIÓN
Es preciso describir en este artículo, la necesidad imperiosa de asumir la nueva evaluación en la educación básica desde una perspectiva ética vivencial del docente, explicando esta idea revolucionaria en un esquema en el cual se cumplan los retos de una nueva sociedad en constante dinamismo.

La idea de la nueva manera de evaluar, consignada en el Plan de Estudios 2011 de la educación básica, donde a los alumnos no se les reprueba, expresa el aumento de la preocupación social de reconocer a las personas como iguales en sus procesos formativos, una preocupación que busca darle sentido a lo que verdaderamente le es signifi cativo, es decir, se considera que un número no defi ne a un ser humano, sino el saber ser y hacer que le permitan conocer las necesidades que le dan sentido a su existencia. Por lo tanto, el docente debe atender nuevas necesidades, intenciones y anhelos de sus alumnos, nunca antes valoradas en el ámbito educativo hasta estos días.

DESARROLLO
No se trata de que el sistema educativo eche un vistazo hacia atrás con el afán de buscar culpables a los problemas más añejos de la educación, como la falta de aprovechamiento, la deserción, los altos índices de reprobación, entre otros. Ahora es el momento de que el docente, ante los retos sociales, se enfrente a una metamorfosis, donde a través de un examen de consciencia enfrente con valor su nueva tarea, haciendo provechosa y valiosa “su labor educativa”.

Esto coincide con la ideología expresada por Fernando Savater al plantear en su Ética para Amador (2006) que “parece prudente fi jarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A este saber vivir, o arte de vivir si prefi eres, es a lo que se le llama ética”, ante esto, el docente, debe permitir que esta ética esté presente en su práctica pedagógica.

Desde la Reforma Educativa de 2011 a la educación básica, se plantea a la evaluación como uno de los elementos del proceso educativo que contribuye de manera importante para mejorar el aprendizaje de los alumnos y requiere ser entendida como “un conjunto de acciones dirigidas a obtener información sobre el grado de conocimientos, habilidades, valores y actitudes que los alumnos aprenden, en función de las experiencias provistas en clase” y aportando elementos para la revisión de la
práctica docente (SEP, 2011).

“Para desarrollar las competencias en los programas de estudio, se requiere de una evaluación formativa, la que se presenta en el Plan de Estudios 2011 pretende la mejora de los aprendizajes, así como la práctica docente” (SEP, 2011).

Los aspectos académicos adquieren sentido precisamente cuando están guiados por principios éticos que se caracterizan por ser ecuánimes, evitando en todo momento la mentira de los procesos, como reza lo expresado por Savater (2006) “la mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla”. Aun así, en la nueva forma de ver a la educación desde una perspectiva ética, implica para el docente, el reconocimiento del compromiso profesional ético.

En la perspectiva ética del docente, la evaluación formativa tiene que ver con situaciones pedagógicas de intervención intencional en las que se ponen en juego dimensiones que no aparecen, como son las emociones, intenciones, sueños, anhelos, desafortunadamente, cuando se trata a la educación desde un punto de vista práctico, se olvidan todas estas dimensiones, como si no formaran parte del desarrollo integral del ser humano.

Desde el interés didáctico y pedagógico y las intervenciones del docente en el proceso de enseñanza aprendizaje, sus participaciones constituyen una parte fundamental que identifica aquella práctica como formativa.
Y en la que contrasta con la idea de Lafourcade cuando afirma “la información que se obtenga a través del proceso de evaluación, será útil tanto para fomentar las acciones internas del sector, como para satisfacer respuestas a requerimientos externos o para deslindar responsabilidades” (Lafourcade, 2000). Y es en el asumir de responsabilidades, donde descansa el sentido ético integral de cada uno de los agentes de la educación.

Del anterior argumento se desprende ahora, para el docente, la necesidad de contar con la formación pedagógica hacia la evaluación formativa, con el único compromiso de hacerlo desde una perspectiva ética, además de situar a la evaluación desde el terreno social, cultural, psicológico, político y económico para propiciar mejores ambientes de aprendizaje.

Además, si se considera que “el uso de la evaluación formativa en el aula de clases trae como consecuencia una serie de cambios estructurales en el sistema evaluativo”, al promover la participación y las relaciones interpersonales entre alumnos y docentes, esto permite crear un clima de gran eficiencia, donde “todos y cada uno de los integrantes de una clase tienen funciones específicas que desarrollar entorno a su evaluación” (Ruíz, 2001).

Es necesario ser docente con la idea de mejora consciente y reflexiva para puntualizar las debilidades y fortalezas de la práctica personal, a fin de que mediante un proceso de cambio de actitud, se asuma un compromiso vehemente sobre su formación no sólo continua, sino permanente, en aras de ser un actor principal en un escenario cada vez más complejo y no en la búsqueda de culpables o responsables del desempeño del proceso de enseñanza – aprendizaje.

Los nuevos retos globales son cada vez más apremiantes dentro de un universo de competitividad y urgente necesidad por mostrar las habilidades y destrezas que se poseen, por lo tanto, el docente debe prepararse para esos retos, que le demandan la sociedad, los estudiantes, la escuela y el sistema educativo actual.

CONCLUSIONES
A manera de conclusión, el docente debe partir de su experiencia ética, a propósito de ser congruente con él mismo, o bien, que en su reflejo se observe día a día como un ser honesto con aquellos con quienes interactúa, de tal forma que realice un ejercicio constante de observación de su práctica docente, sin olvidar lo escrito por Savater (2006) “la vida del hombre no puede ser vivida repitiendo los patrones de su especie; es él mismo, cada uno, quien debe vivir.

El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar disgustado, que se puede sentir expulsado del paraíso”. Pero no se puede dar el lujo, en el proceso educativo, de olvidar lo esencial: que socializa y forma en la ética partiendo desde su propia perspectiva.

El docente debe ser un profesional con su nueva función tutora, no únicamente ser un observador, sino integrador de todas las aristas del conocimiento; debe ser ético en cada uno de sus actos relacionados con el proceso de enseñanza – aprendizaje, al mismo tiempo que reconoce las carencias en su formación docente y es consciente de que él es uno de los principales agentes de cambio en el proceso educativo.

El docente evaluador debe reconocer primero sus necesidades como ser humano, partiendo de la interacción entre lo que desconoce, el saber conocer, el saber hacer y el saber ser. Sólo de esta manera es como en su función de evaluador formativo estará ante una realidad ética partiendo siempre de su persona.

Sólo cuando reconoce en el alumno sus capacidades, necesidades, debilidades, anhelos y fortalezas, será capaz de potencializar lo necesario, sólo cuando el docente se reconozca con identidad hacia los demás, podrá ofrecer a los otros lo que en su naturaleza humana tiene, su ética, de este modo es como el profesor ofrecerá la herencia de toda la historia de la humanidad.

Finalmente, el docente no se debe dar el lujo de simular durante el proceso de enseñanza – aprendizaje, pues esto contribuiría a un fracaso más dentro de la educación en México.

BIBLIOGRAFÍA
Lafourcade, P. D. (2000). La evaluación en organizaciones educativas centradas en logros. México: Trillas.

Rotger, B. (1990). Evaluación formativa. Madrid: Cincel.

Ruíz, C. (1991). Análisis de la administración de la evaluación formativa que realizan los docentes de la tercera etapa de educación básica en planteles del Distrito Nº 5 del área metropolitana de Caracas, y su posible efecto sobre el rendimiento estudiantil. (Tesis inédita de maestría). Caracas, Venezuela.

Savater, F. (2006). Ética para Amador. Barcelona: Ariel. Secretaría de Educación Pública, (2012). Curso de formación continua para maestros en servicio 2012. México: SEP.

Secretaría de Educación Pública, (2011). Plan de Estudios de educación
básica 2011. México: SEP.