Crítica del docente humanista en el proceso enseñanza-aprendizaje. Año 3. Número 9
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Autor: German A. Seelbach González.
RESUMEN
El humanismo es una corriente de pensamiento que se compone de diferentes teorías y constructos filosóficos.
Se focaliza en el ser humano como centro de toda experiencia. A partir de esta concepción, en el presente artículo se realiza una crítica hacia la concepción humanista del docente en cuanto a las contradicciones teóricas que describen el ideal del docente humanista.
PALABRAS CLAVE: Docente, humanista, rasgos, enseñanza, aprendizaje, crítica, humanismo.
INTRODUCCIÓN
Existen distintas concepciones en educación referentes al proceso de enseñanza-aprendizaje en relación con los rasgos o perfil de los docentes así como del estudiante. El humanismo y, específicamente la teoría de Carl Rogers, menciona que el ser humano, al dejarlo libre, se conducirá de la mejor forma posible explotando su potencial.
De acuerdo con esta concepción, diferentes autores construyen las características y los rasgos de un docente humanista como agente del proceso de enseñanza-aprendizaje, sin embargo, en la descripción de este perfil existen incongruencias que son sometidas a crítica. A continuación se presentarán las características del docente humanista y posteriormente la crítica a dicha concepción, para concluir con la perspectiva integral entre la crítica y la teoría.
DESARROLLO
El docente humanista
El humanismo es una corriente antropocentrista, es decir, en ella el ser humano es el centro de toda experiencia. Carl Roger concibe la naturaleza humana en constante movimiento, esto quiere decir que “todo individuo vive en un mundo continuamente cambiante de experiencias de las cuales es el centro” (Rogers, 1977).
La teoría humanista de Rogers supone que “toda persona tiene poderosas fuerzas constructivas en su personalidad que necesitan manifestarse”, para ello dice Rogers que la persona tiene una tendencia innata al desarrollo y a la actualización, es decir, que “el organismo tiene una tendencia o impulso básico a actualizar, mantener y desarrollar al organismo experienciante” (Rogers, 1977).
Esta idea del hombre, como centro de toda experiencia, se proyecta hacia diferentes ámbitos, Rogers inicialmente focalizó su teoría en el ámbito de la psicoterapia, no obstante, estos desarrollos teóricos y propuestas son extensivas también hacia la educación.
El concepto de hombre, en la teoría de Rogers propone una descripción de rasgos que conforman al docente humanista. Suponiendo, de acuerdo con la teoría, que el ser humano en su libertad puede desarrollarse plenamente debido a su innata capacidad de actualización, los rasgos y las características del docente serán similares y por ende impactarán en su labor como educador.
Evidentemente Rogers no realiza una descripción de los rasgos y la personalidad del docente, no obstante, otras investigaciones se apoyan en la propuesta de la teoría de Rogers para describir al docente humanista; a continuación las propuestas que refieren algunos autores.
Rasgos del docente humanista
En los trabajos de los autores que se presentan a continuación se coincide en las características del docente humanista y la mayoría supone que este docente debe “ver, aprender y presenciar, más como testigo que como actor” (Espinoza Gómez y Quiroz Villasana, 2012).
Esto parte de la suposición de que al ser humano debe dejársele libre para que forme su camino, para ello, el docente es invitado a entrar al alma de un joven para ayudarlo a encontrarse y para afirmar paulatinamente su carácter, a discernir sus emociones, posiblemente ayude también a superar sus temores y angustias (Espinoza Gómez y Quiroz Villasana, 2012).
Los rasgos anteriores implican al docente en un actuar ambivalente, porque en un inicio se menciona que solamente es un testigo del desarrollo del estudiante, no obstante, después lo colocan como invitado en la formación.
En contraste, Ramos Crespo (1995) tiene una concepción del ser humano mucho más activa que la anterior, aunque también se encuentra permeada por la visión humanista:
“El docente debe ser más que un funcionario que actúa acrítica y rutinariamente […] esto supone un docente capaz de entender de su propia actuación, que cuestiona continuamente su actuar, un docente que somete a una crítica severa su relación con el saber, con el enseñar y con el aprender” (Ramos Crespo, 1995).
Crítica hacia el docente humanista
Sin embargo, aquí radica una de las primeras críticas realizadas al docente humanista, ésta se encuentra en el hecho de que este último es puesto como operador del proceso de enseñanza-aprendizaje, es decir, el docente tiene determinados rasgos y características que influyen en el proceso del estudiante, aunque no se establece una reflexión del docente en cuanto a la determinación de la influencia de éste en el alumno y viceversa.
Las características y los rasgos del docente se limitan a la comprensión del mismo en cuanto a sus conocimientos, habilidades y capacidad de transmitir la información, sin embargo, no genera una consciencia del contexto en el cual se desenvuelve el docente con el estudiante y su mutua afectación.
La constante del docente como centro del proceso de enseñanza-aprendizaje se observa en la siguiente definición de Ramos Crespo hacia el docente como “el que profesa, el que manifiesta y define un credo, un estilo de vida o se consagra a una ocupación importante” (Ramos Crespo, 1995).
Esta definición es equivalente a la descripción del docente que “demuestra sus habilidades en pro de un cambio de actitud en sus estudiantes, no sólo les enseña el contenido programático sino que reafirma los valores que le faciliten el desenvolvimiento dentro de la sociedad contribuyendo con su formación integral” (Espinoza Gómez y Quiroz Villasana, 2012).
Izarra, López y Prince (2003) al respecto, afirman que el perfil del educador (docente) “es un conjunto armónico que lo caracteriza, identifica y que es el punto de partida para la elaboración de un currículo que enfatice la integración afectiva, ética e intelectual de la personalidad”.
Estas últimas descripciones mantienen relativa la distancia entre el docente y el estudiante, aunque mencionan que sus rasgos y características influyen en el aprendizaje, lo colocan también como el agente de cambio, lo cual supone un alejamiento de la propuesta teórica inicial de Rogers. “El maestro se convierte en modelo y guía de la enseñanza, de su buena preparación y de la programación adecuada que siga depende el cumplimiento de los objetivos educativos” (Anzaldúa Arce, 2004).
La distancia y contraste con la teoría de Rogers se observa cuando el docente es quien dirige la enseñanza, no sólo con la programación establecida por parte de instituciones, sino que también incide en los estudiantes a partir de su figura.
Podemos ver la figura del docente desde un trabajo individual que, en gran medida, además de su saber, depende de su carácter y personalidad; siempre se ha colocado en función del saber, ese saber que le da la autoridad para expresar su conocimiento, la autoridad que le da un gran prestigio en la sociedad.
Ésta es, finalmente, otra de las críticas hacia el docente humanista, colocarlo como una figura de autoridad, porque supone que el docente es aquel que tiene el poder y la capacidad de transmitir su conocimiento, implica trabajar “a ciegas” debido a que su figura de autoridad le impide conocer a sus estudiantes, esto se fundamenta en la idea de que el docente es quien tiene los conocimientos y el estudiante no.
CONCLUSIONES
La disparidad en la dinámica docente-estudiante evita que ambos se conozcan porque existe un discurso implícito en el cual el estudiante tiene que idealizar al docente como fuente de conocimiento y saber, así como el docente tiene que idealizar al estudiante como sujeto que requiere de los conocimientos del docente.
El concepto ideal del docente humanista puede cuestionarse filosófica y teóricamente en el sentido de que no es posible sostener dicha concepción; los rasgos antes mencionados se contradicen en la medida que se le atribuyen al docente rasgos abstractos sujetos a la crítica.
La conceptualización de un docente humanista surge de un ideal del ser humano que no concuerda con la realidad sustentada por hechos empíricos, racionales, con los datos institucionales ni con la teoría humanista que lo sustenta.
La figura del docente como experto en el proceso de enseñanza-aprendizaje es insostenible, debido a que evidentemente no es un experto en el proceso, esto ocurre porque forma parte de él y al ser parte, lo convierte en un agente, no en un protagonista.
Es indudable que la teoría humanista de Carl Rogers ofrece un panorama optimista del desarrollo humano en distintos escenarios, no obstante, como toda teoría tiene huecos y lugares inalcanzables, para ello es necesaria la crítica, para poder analizar el pensamiento que sustenta la teoría y cuestionarla desde una postura propositiva que adjunte conocimientos que fortalezcan la concepción de la realidad propuesta.
BIBLIOGRAFÍA
Anzaldúa Arce, R. (2004). La docencia frente al espejo. Imaginario, transferencia y poder. México: UAM.
Díaz Barriga, A. e Inclán, C. (2001). El docente en las reformas educativas. Sujeto o ejecutor de proyectos ajenos. Madrid: Organización de Estados Iberoamericanos.
Espinoza Gómez, J. y Quiroz Villasana, D. A. (2012). El docente-psicólogo como facilitador humanista. Revista Marista de investigación educativa.
Izarra, D., López, M. y Prince, E. (2003). El perfil del educador. Revista de ciencias de la Educación, 21, 127-147.
Latapi, P. (2003). ¿Cómo aprenden los maestros? México: SEP.
Ramos Crespo, G. (1995). Perfil del docente hoy y su rol de facilitador humanista. Valencia.
Rogers, C. (1977). Psicoterapia centrada en el cliente. Buenos Aires: Paidós.