Conductas de riesgo y sexualidad en adolescentes de Bachillerato de la Universidad Valle del Grijalva (UVG), Campus Mérida. Año 4. Número 10
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Autores: Pedro Antonio Be Ramírez, Mariana Aguilar Magaña, Tania Edith Barbudo Segura; Yoselin Calderón Martínez, Andrea Cimé López.
RESUMEN
En el presente artículo se muestran las medidas de prevención sexual y el conocimiento de las conductas de riesgo entre los adolescentes que cursan el Bachillerato en la Universidad Valle del Grijalva (UVG) Campus Mérida. A partir de la aplicación de un cuestionario se encontraron diferencias entre hombres y mujeres, y su nivel escolar, sobre todo en aquellos que han iniciado su vida sexual.
PALABRAS CLAVE: Adolescencia, conductas, riesgo, sexualidad, medidas, prevención, estudiantes, bachillerato.
INTRODUCCIÓN
La adolescencia, como periodo fundamental de desarrollo del ser humano, constituye una etapa de transición constructiva entre la infancia y la adultez en la que el sujeto alcanza la madurez biológica y sexual, pugna por su identidad, se identifica con sus pares, tiene sus primeras experiencias románticas y madura emocional y moralmente (Hurlock, 1994; Kail y Cavanaugh, 2011; Papalia, Wendkos Olds y Duskin Feldman, 2009). De ahí que esa búsqueda de identidad, de pertenencia y de responsabilidad constituya un proceso complejo, tanto a nivel cognitivo como psicosocial.
Dado que la adolescencia constituye una etapa de adquisición, y de ensayo y error, en la toma de decisiones y en la resolución de conflictos, este trabajo rescata las conductas de riesgo y la sexualidad entre los adolescentes de Bachillerato de la Universidad Valle del Grijalva, Campus Mérida. Se explora entre los adolescentes la información que poseen y aplican sobre su sexualidad, los riesgos que enfrentan y la toma de decisiones que realizan en su vida diaria.
La adolescencia, una compleja etapa de la vida
La adolescencia es una etapa de experimentación, de transición, de crecimiento cognitivo y social. Para Erikson (1968), la principal tarea de la adolescencia es confrontar la crisis de identidad frente a la confusión de identidad (identidad frente a confusión de roles), de modo que el adolescente pueda convertirse en un adulto coherente. Este teórico de la personalidad considera que el peligro principal en esta etapa es la confusión de identidad o de roles que demoran la madurez psicológica, aunque cierto grado de confusión de la identidad es normal.
El adolescente precisa de razonamiento que está influenciado por el ambiente y el contexto de su vida. Sus conductas y procesos psicológicos se transforman hasta lograr su adaptación biopsicosocial (Dulanto Gutiérrez, 2000). Entonces, es necesario entender que el adolescente se encuentra en una etapa de búsqueda, de soledad, de inestabilidad, de ansiedad y de inseguridad que le ayudarán a encontrar nuevos esquemas de interacción personal con él y la sociedad.
Un adolescente busca respuestas, experimenta y desempeña roles, pero también se siente vulnerable ante la toma de riesgos. De ahí el interés, en este trabajo, de saber qué información poseen y aplican sobre su sexualidad, y los riesgos a su salud; cuál es la relación entre los conocimientos previos y las decisiones sobre el inicio de su vida sexual activa; y qué medidas de seguridad emplean, entre otros tópicos.
De acuerdo con Papalia et al. (2009), existen dos preocupaciones fundamentales sobre la actividad sexual de los adolescentes: la primera son los riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS) y la segunda es el embarazo. Las autoras señalan que quienes han iniciado su vida sexual tienen un riesgo mayor al realizar conductas como no usar anticonceptivos o por tener información equivocada acerca del sexo. Aunado al riesgo natural entre adolescentes, a pesar de las consecuencias de sus actos (Kail y Cavanaugh, 2011).
Se sabe que la mayoría de los adolescentes busca pertenecer a grupos con sus iguales (Erikson, 1968), aunque en ese afán de pertenecer se incursione en conductas de riesgo por la presión social. La vulnerabilidad ilusoria explica las conductas de riesgo asumidas por los adolescentes (Craig y Baucum, 2009). Kail y Cavanaugh (2011) señalan que un elemento de dichas conductas se relaciona con la recompensa a nivel cerebral: “los centros cerebrales de búsqueda de recompensa y placer (sistema límbico) maduran con más rapidez que los sistemas de control de la conducta (corteza frontal); la brecha entre los dos sistemas es muy grande, en especial en [esta edad]” (Kail y Cavanaugh, 2011). De esta manera, lo social y lo biológico influyen en las respuestas, razonadas o no, de los adolescentes.
Bajo este panorama se realizó un estudio para identificar, entre los estudiantes de Bachillerato de la Universidad Valle del Grijalva, Campus Mérida, su conocimiento sobre conductas de riesgo, sexualidad, métodos anticonceptivos, ETS y medidas de prevención aplicadas en su vida, para explicar finalmente la relación que tienen las conductas de riesgo y la sexualidad entre los adolescentes.
DESARROLLO
Metodología
Se trata de un estudio no experimental o ex post facto, porque el fenómeno se estudió ya ocurrido (Briones, 1996), con un tipo de investigación descriptiva que “consiste en describir fenómenos, situaciones, contextos y eventos; esto es, detallar cómo son y se manifiestan” (Hernández Sampieri et al., 2010), que permitirá relacionar el fenómeno estudiado con sus causas.
Participantes
La muestra quedó integrada por 58 estudiantes (55% mujeres, 45% hombres) de segundo, cuarto y sexto semestre del Bachillerato de la Universidad Valle del Grijalva, Campus Mérida, en la modalidad escolarizada del turno matutino. La edad de los sujetos fluctuó entre los 15 y los 21 años con una media de 17 (ver tabla 1).
Tabla 1.Total de alumnos por semestre, género y media de edad.
Instrumento
Se elaboró un instrumento tipo cuestionario con 33 reactivos para averiguar las conductas de riesgo y sexualidad, además de los datos generales de la muestra. El instrumento consta de 28 preguntas de opción múltiple y 5 de preguntas abiertas (14 reactivos refieren las conductas de riesgo, 19 abarcan la sexualidad).
Procedimiento
La aplicación del instrumento se realizó en las aulas de los participantes, en horas de clase y con la supervisión de los administrativos del bachillerato. El tiempo para responder el cuestionario fue de 20 minutos en promedio. Para el análisis de los datos se empleó un enfoque mixto (Hernández Sampieri et al., 2010) pues en este estudio se recolectaron, analizaron y vincularon datos cuantitativos y cualitativos para responder al planteamiento del problema. Para el análisis de las preguntas cerradas se utilizó el paquete IBM SPSS Stadistics (Statistical Package for the Social Sciences) en su versión 21; para las preguntas abiertas se recurrió a la lectura horizontal y vertical de los datos para su estudio desde un abordaje cualitativo (Lindón Villoria, 1999). Los resultados que se presentan, por cuestiones de espacio, corresponden a una parte del estudio, centrándose en aquellos tópicos relacionados con las conductas de riesgo y la sexualidad adolescente.
Resultados
En la primera parte de los resultados, sobre las conductas de riesgo, se encontró que 44.8% de los sujetos creen haber hecho alguna actividad riesgosa como viajar a alta velocidad o participar en arrancones (ver tabla 2). Los hombres son quienes realizan más deportes extremos (67.2%) frente a las mujeres (44.4%), aunque éstas realizan conductas más variadas como manejar rápido, nadar en mar abierto o participar en algún juego mecánico de feria. Así, 67.2% de los adolescentes han estado en un automóvil manejando a alta velocidad con un amigo. 25.9% han asistido a un evento de arrancones.
Tabla 2. Actividad de riesgo con peligro de perder la vida, por semestre y género.
Asimismo, se encontró que 17.2% de los estudiantes han probado una sustancia prohibida, mariguana principalmente. El alcohol se toma entre los alumnos de cuarto cuatrimestre. Sólo un hombre de sexto semestre ha tomado DHA (ácido docosahexaenoico), útil para el funcionamiento óptimo del sistema nervioso central que evita modificaciones conductuales como la depresión mayor o los patrones antisociales (Tapia S., 2005).
Se buscó saber si los miembros de la muestra han realizado retos peligrosos vistos en internet como ingerir chile habanero, canela o el condom challenge que consiste en ponerse un condón con agua en la cabeza. Los resultados mostraron que 27.6% de los alumnos sí tienen estas prácticas: 7 hombres y 9 mujeres. 3 de ellos han realizado las cuatro actividades antes mencionadas donde pueden poner su vida en riesgo.
En el tema de sexualidad, 93.1% de los alumnos no conocen con claridad el concepto de sexualidad y lo confunden. 62.1% conoce la edad en que inician los cambios físicos y psicológicos en las personas. 25.9% ya tienen una vida sexual activa: 3 de segundo semestre; 5 de cuarto; y 7 de sexto. El inicio de su vida sexual ocurrió entre los 13 y 17 años, 15 en promedio (ver tabla 3).
Tabla 3. Adolescentes que han tenido relaciones sexuales y su conocimiento sobre sexualidad, por semestre y género.
Sobre el conocimiento de los métodos anticonceptivos, 93% conocen el condón masculino (5 lo desconocen: 1 hombre, 4 mujeres). El condón femenino lo conocen 60.3%, 39.7% no, pero desconocen su existencia 12.1%. 70.6% conocen la píldora, el preservativo y el DIU (dispositivo intrauterino), lo cual es positivo pues eso indica que poseen distintas formas para cuidar su salud sexual de manera correcta e incluso desde la primera relación sexual, ya que sólo una persona reportó haber tenido tal práctica sin el debido cuidado. 25.9% mantienen una vida sexual activa (9 hombres, 6 mujeres) y usan diversos métodos anticonceptivos con el tiempo.
En cuanto a las enfermedades de transmisión sexual, 3 mujeres no conocen el significado de ETS, pero sí saben qué es el VIH/SIDA. Identifican farmacias y hospitales para conseguir condones (48.8% y 39.1%), los estudiantes de cuarto y sexto semestre también señalan las escuelas (9.1%).
Sobre si acudirían para asesorarse al iniciar su actividad sexual, 77.6% indicaron que sí. Un hombre y una mujer señalaron acudir con amigos, lo cual parece ser menos adecuado pues los amigos no suelen tener los conocimientos necesarios para orientar sobre la vida sexual. Asimismo, la confianza para acudir con los padres aumenta con el grado escolar.
CONCLUSIONES
De acuerdo con los resultados obtenidos, en cuanto a las conductas de riesgo se encontró que los adolescentes de bachillerato han visto y realizado retos que observan al navegar en internet y encuentran divertidos. Se esperaba encontrar entre los adolescentes un número significativo entre quienes llevaban a cabo dichos retos, pero sólo los alumnos de primer año de bachillerato los realizan. Mientras avanzan los grados escolares disminuye su incidencia.
De igual forma se encontró que la mayoría de los adolescentes, tanto hombres como mujeres, han realizado actividades de riesgo como al estar con una persona que maneje a una alta velocidad. De las sustancias prohibidas, comúnmente se esperaría encontrar a un mayor número de varones que hubiesen consumido alguna, pero no. Aunque la mayoría de las mujeres han probado la marihuana.
Como es bien sabido, durante la adolescencia los jóvenes tienden a imitar las actividades que observan en internet, ya sea por ser un reto peligroso, por diversión y por curiosidad. Los datos indican que la mayoría de los jóvenes prefieren o han hecho algún reto peligroso más que por diversión o curiosidad. Esto sustenta la cuestión de vulnerabilidad ilusoria que experimentan los adolescentes dado que consideran que es poco probable que resulten afectados, lesionados o dañados (Craig y Baucum, 2009; Kail y Cavanaugh, 2011).
Por otro lado, a los adolescentes se les proporciona mayor información que antes sobre temas como la sexualidad. En ese sentido, se esperaría que conocieran más sobre estos temas, en especial sobre las enfermedades de transmisión sexual, aunque los datos evidenciaron que los adolescentes utilizan métodos anticonceptivos como condones, el método del ritmo, parches, píldoras, pastillas del día siguiente (los últimos para evitar un embarazo pero no una ETS).
Todo lo anterior resulta preocupante ya que este grupo poblacional se encuentra en una etapa de descubrimiento y experimentación, si no se les proporciona información sobre los cuidados necesarios para una vida sexual óptima pueden contraer enfermedades que afectarían su vida. Sería adecuado brindar a los adolescentes talleres en los cuales puedan conocer los diferentes tipos de métodos que existen, pues los resultados evidenciaron, incluso, el desconocimiento físico de un condón femenino o un DIU, con una evidente carencia para su educación sexual.
En este mismo sentido, podría creerse que los adolescentes recurrirían a asesorías (charlas) con sus amigos si tuvieran interés de iniciar su vida sexual, pero los datos indican que una mínima parte de los estudiantes se apoyaría en sus amistades. Más bien, conforme crecen, adquieren más conocimientos sobre estos temas recurriendo a un especialista o a un médico experto en el tema sexual.
BIBLIOGRAFÍA
Briones, G. (1996). Metodología de la investigación cuantitativa en las ciencias sociales. Bogotá, Colombia: Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior, ICFES.
Craig, G. J. y Baucum, D. (2009). Desarrollo psicológico. México: Pearson.
Dulanto Gutiérrez, E. (2000). El adolescente. México: McGraw-Hill.
Erikson, E. (1968). La identidad psicosocial. Un modo de ver las cosas, 600-608.
Hernández Sampieri, R., Fernández Collado, C. y Baptista Lucio, P. (2010). Metodología de la investigación. México: McGraw-Hill.
Hurlock, E. B. (1994). Psicología de la adolescencia. México: Paidós.
Kail, R. V. y Cavanaugh, J. C. (2011). Desarrollo humano. Una perspectiva del ciclo vital. México: Cengage Learning.
Lindón Villoria, A. (1999). De la trama de la cotidianidad a los modos de vida urbanos. El Valle de Chalco. México: El Colegio de México / El Colegio Mexiquense.
Papalia, D. E., Wendkos Olds, S. y Duskin Feldman, R. (2009). Desarrollo humano. México: McGraw-Hill.
Tapia S., A. E. (2005). La suplementación con ácidos grasos omega-3 disminuye la agresividad, hostilidad y el comportamiento antisocial. Revista Chilena de Nutrición, 32(2):95-101.